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Cómo detectar si tu retoño lo esta pasando mal con la vuelta al cole
Ya es innegable, esta semana nos toca volver al cole.
En estos días se habla mucho de la vuelta a la rutina y de la vuelta al trabajo. Nuestra compañera Lola Pelayo ha escrito varios artículos para ayudarnos en nuestra vuelta a la rutina: cómo gestionar la depresión post-vacacional o Tres conductas tóxicas que todos debemos evitar, especialmente en septiembre. Está claro que es un tema que nos afecta y nos preocupa pero yo os quiero confesar que a mí la vuelta que realmente me preocupa y me crea cosquillas de ansiedad, es la vuelta al cole. Yo como adulta puedo identificar, con mayor o menor dificultad, mis síntomas de la vuelta a la rutina, si estoy más estresada, más triste, las cosas que me preocupan… pero no sé qué pasa por la cabeza del más pequeño de mi casa cuando llega la vuelta al cole.
Hay niños y niñas que son muy expresivos y comunican muy bien lo que les pasa en cada momento, pero hay otros que tienen mayor dificultad para identificar su estado emocional, para poder verbalizarlo, o para gestionar sus estados de ánimo y es, sobre todo en estos casos, cuando nos hacemos la pregunta de qué estará pensando mi hijo o hija. Como adivinos no somos (bueno si alguno lo ha conseguido que nos diga cómo) nos entra el gusanillo de la incertidumbre, de si nuestro retoño lo estará pasando mal en su vuelta al cole.
Hay infinidad de herramientas y pautas para que la vuelta al cole sea más llevadera:
- Volver de vacaciones unos días antes para irse acostumbrando de nuevo a la rutina
- Ir retomando los horarios de acostarse y levantarse
- Volver a una alimentación más equilibrada, etc.
Creo que todos más o menos las conocemos e intentamos aplicarlas en la medida de lo posible.
Con estas líneas lo que me gustaría es que pongamos el foco de atención, no tanto en esas herramientas que veíamos arriba, sino en las señales que nos dan nuestros hijos e hijas que nos pueden estar indicando que necesitan algo de apoyo extra en la vuelta a la rutina y que, por nuestra propia vuelta a la rutina pueden pasarnos desapercibidas o incluso suponernos una nueva fuente de estrés.
Poner una pizquita más de paciencia puede suponer un beneficio muy grande para toda la familia
Es importante estar atentos a estas conductas para poder acompañar a nuestros pequeños en la gestión de las emociones que hay detrás de cada una. Poder pararnos y pensar que son parte del proceso de adaptación a la nueva rutina y poder poner una pizquita más de paciencia a la hora de ayudarles a gestionarlas, puede suponer un beneficio muy grande para toda la familia: a ellos les va a permitir disminuir el malestar y a nosotros nos va a suponer un menor estrés a la hora de apoyarles y posiblemente conseguiremos que duren menos tiempo.
La hora de dormir
Nuestros hijos o hijas pueden ser de los que no han rozado la almohada con la cabeza y ya se han quedado dormidos o de los que primero te piden agua, luego pis, luego que les apagues la luz, luego que se la vuelvas a encender, ahora otra vez agua y por tanto otra vez pis, así hasta un bucle infinito. Sea cual sea nuestro caso podemos notar como los primeros días de cole pueden pedirnos que nos quedemos un rato con ellos antes de dormirse, que se despierten más a menudo por la noche, que tengan problemas para conciliar el sueño, o que incluso quieran dormir con nosotros… Para esto no hay recetas mágicas de cómo actuar, cada familia es única y se organiza a su manera, lo importante es que podamos ver la conducta del niño no como un capricho sino como una expresión de esa adaptación a la nueva rutina que debemos apoyar.
Somatizaciones
Es muy común también encontrarnos con que los pequeños se ponen malos en los primeros días de clase; lo solemos achacar a los virus que comparten en el cole, pero no debemos olvidar que las somatizaciones también se dan en la infancia y que aún están aprendiendo a gestionar sus emociones y a veces el malestar emocional lo expresan a través de síntomas físicos, es otra forma de comunicar su malestar. Así poder hablar con ellos de los cambios que están pasando, de las cosas buenas que les esperan estos días, incluso adelantarles todo lo que podamos las situaciones que van a vivir, pueden ayudarles en su gestión del malestar.
Alimentación
La comida es un punto que suele generar mucho estrés en los adultos ya que nos preocupa que nuestros hijos no coman lo suficiente y enfermen. Igual que nos pasa a los mayores las emociones pueden afectar al apetito de los menores y es normal que en estos días de cambios y de nuevas emociones el apetito disminuya. No dramaticemos con la comida, hay que prestar atención para ver que la falta de apetito no se cronifica (en cuyo caso lo mejor es consultar un médico) sino que es algo transitorio que pasará con la adaptación a la nueva situación.
Irritabilidad
Es normal también que en estos días estén más irritables y a la vez más mimosos. A veces parecen una contradicción andante, en un momento gritan y no quieren ni que les toques y a los dos minutos están agarrándote de las piernas pidiendo tu atención y tu cariño. Una herramienta que nos puede ayudar en estos momentos es identificar y verbalizar la emoción que están sintiendo en ese momento. Si son muy pequeños podemos ayudarles: veo que esto (situación concreta) te enfada, te pone triste…
Demanda de atención
Podemos encontrarnos con que en estos días demanden más nuestra atención al llegar a casa, puede incluso que revivan en cierta manera, la angustia de separación que parecía que habían superado el curso pasado… ¡que no cunda el pánico! Entra dentro del proceso normal de volver a probar los límites y comprobar que van a volver a vernos después del cole. Lo ideal sería poder reservarnos algo de tiempo extra para dedicarles estos días, sé que es difícil pero a veces son más sanadores 5 minutos de atención exclusiva para ellos, que media hora de atención compartida con el móvil, la casa, el trabajo…
Cada niño y niña es único e irrepetible
Como imaginareis hay muchas más conductas que podemos observar y cada niño y niña es único e irrepetible, por ello lo importante es cambiar la mirada estos días y buscar: qué hay detrás de la conducta, que emoción no está sabiendo afrontar mi retoño, preguntarle y preguntarnos qué necesita y qué puedo ofrecerle yo en este tránsito.
No valen las exigencias, no vale exigirse ser una madre o un padre perfectos, no vale querer tener todas las respuestas, solo vale mirar a nuestros hijos e hijas con el corazón abierto y ofrecerles nuestro apoyo desde donde sabemos y desde dónde podemos.
¡Feliz regreso!
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Fotografía principal: Julio Brenda Gonzales en Unsplash|
Fotografía secundaria: Adrianna Van Groningen en Unsplash|