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Descubre qué es el mindfulness y cómo puede mejorar tu vida
Queremos que descubras qué es el mindfulness y cómo su práctica puede mejorar tu vida. Como todas las semanas, también este sábado por la mañana me fui a nadar. El agua de la piscina estaba lo bastante fría como para centrarme en las sensaciones de mi cuerpo, que iba adaptándose a la temperatura del agua. Notando pequeños escalofríos bajar por mi espalda, tomé valor y empecé a nadar rápidamente. Entonces pasó algo muy curioso.
Al cabo de pocos segundos, cuando todavía no había llegado ni a la mitad de la calle, perdí completamente el contacto con el momento presente, con las sensaciones de mi cuerpo, perdiéndome en la red de pensamientos que de repente me llevaron a otra dimensión. Estaba nadando, sí, pero mi mente no estaba allí, estaba viajando y perdiéndose en la larga lista de cosas que me había planteado hacer durante el fin de semana. Mi mente empezó a divagar saltando de un pensamiento a una preocupación, de una suposición a un recuerdo, de una fantasía a una planificación.
Sólo había nadado pocos metros y el tiempo parecía haberse distorsionado en mi mundo interior y la cantidad de pensamientos que ocupaban mi mente no me permitían disfrutar de aquel ratito para mí, para relajarme y vaciar la mente en vez que llenarla con más.
Desde que descubrí y empecé a practicar mindfulness todo esto ha cambiado radicalmente. Pero, ¿qué es el mindfulness? Es muy sencillo, es una práctica que entrena la mente para centrarse con atención plena en el momento presente, sea cual sea. De esta manera, poco a poco aprendemos a tomar las riendas de nuestra mente y llevarla ahí donde realmente queremos ir, dejando de ser sus esclavos.
¿Cómo practicamos mindfulness?
El mindfulness se puede practicar de dos maneras diferentes: una formal y otra informal.
- Formal. Consiste en dedicar un momento específico del día, que puede variar según lo que la persona quiere, en centrarnos en algo concreto. Un típico ejercicio de mindfulness formal es la respiración consciente es decir, el centrarnos sólo y simplemente en el aire que entra y que sale llenando y vaciando los pulmones. Naturalmente la mente tiene la tendencia a perder la atención, empieza a divagar perdiéndose otra vez en su mundo de pensamientos de todo tipo. Lo más maravilloso del mindfulness es que nos enseña a mirar dónde se ha ido, a observar sin juicio, sin etiquetar, sin interpretar estos pensamientos para luego volver a centrarnos en la respiración.
Nos enseña a transformarnos en observadores externos de nuestros mismos procesos mentales, de manera que podamos observarlos desde fuera, como si estuviéramos mirando las nubes que se mueven en el cielo.
Cuando descubrí esta práctica al principio, me escondí detrás de mil excusas para no hacerla. “No tengo tiempo” era solo una de las frases que me repetía a menudo.
Pero al cabo de un tiempo, un poco por curiosidad y un poco por necesidad, empecé a dedicar 5 minutos al día en practicarlo y, después de pocas semanas, mi vida empezó a cambiar. Empecé a notar que mi nivel de concentración había aumentado y conseguía hacer las tareas de mi trabajo mucho más rápidamente. También me asombré en darme cuenta de que también mi creatividad había dado un salto de calidad. Era capaz de gestionar mejor mis emociones y también las relaciones interpersonales.
- Informal. Lo mejor del mindfulness es que se puede practicar en cualquier momento gracias también a su práctica informal, que consiste en hacer las tareas diarias poniendo allí nuestra atención. Así que, lavarnos los dientes, ducharnos, fregar los platos, conducir, hacer deporte, puede transformarse en un maravilloso ejercicio de mindfulness. Personalmente, lo que prefiero es comer de forma consciente, abriendo espacio a cada uno de mis 5 sentidos. Te invito a probar hoy, cuando llegue la hora de comer. No hace falta que lo hagas durante toda la comida, porque realmente el comer es también un acto social que es bonito compartir con las personas de nuestro entorno. Pero sí te voy a pedir que elijas un solo momento para comer de forma consciente. Por ejemplo, cuando es hora de comer una fruta. Fíjate en el color y en cada una de sus matices. Mira atentamente su superficie, coge un trozo con tu mano centrándote ahora solo en la sensación que sientes en las yemas de tus dedos, en la temperatura y en la textura. Luego, mientras la acercas a tu boca dedica unos momentos en disfrutar de su aroma y de la sensación en apoyar un trocito en tus labios. Fíjate en cómo reacciona tu cuerpo. Quizás aumente tu salivación. Y, finalmente, dale un mordisco y mastica lentamente saboreándolo intensamente.
Y si tu mente empieza a divagar, observa tranquilamente dónde se ha ido, sin juzgar, para luego volver a centrarte con tranquilidad y cariño en el sabor de esta fruta que tienes en tu boca. Te puedo asegurar que con pocos minutos de práctica al día, si eres constante, van a cambiar a mejor muchos aspectos de tu vida.