La educación: El secreto para no tener que celebrar el Día de la Mujer

Nunca he creído que fuera una buena idea celebrar el Día de la Mujer en una fecha específica. Ya sé que se hará con la mejor de las intenciones, para que en ese día concreto los noticiarios del mundo dediquen algún minuto a mencionar tamaña efemérides. ¿Cuál es el secreto para no tener que celebrar el Día de la Mujer? La educación. Eduquemos para tener seres libres, iguales, tolerantes…

Aunque hace unos días, cuando vi la noticia de los comentarios de un eurodiputado polaco sobre los motivos por los que las mujeres deben cobrar menos que los hombres, comprendí que el 8 de marzo va a seguir “celebrándose” durante muchos años.

El eurodiputado, de nombre Janusz Korwin-Mikke, afirmó ante el Parlamento Europeo el pasado día 1 que las mujeres deben cobrar menos que los hombres “porque son más débiles, más pequeñas y menos inteligentes (¿será alguna de esas razones las que me impiden recordar su nombre?).

Y argumentaba su afirmación con un dato demoledor: “No hay ninguna mujer entre los primeros 100 jugadores de ajedrez”. ¡Es un gran argumento, Sr. “como se llame”!

Probablemente ironizo sobre el asunto para tapar el miedo que me asalta cuando veo que una persona que representa a alguna comunidad del continente europeo es capaz de insultar de esa manera al menos al 50 % de los seres humanos del planeta.

Aunque ese miedo no hace que me paralice o huya, sino que me ponga en marcha, que trabaje más duro aún de lo que he podido trabajar hasta ahora, con un objetivo claro, que esta efemérides que es el Día Internacional de la Mujer desaparezca algún día del calendario.

No va a ser fácil, lo sé, y me hago consciente al pensar en la parte del camino recorrido, en el puñado de grandes mujeres con nombres remarcables como Clara Campoamor o Rigoberta Menchú y, sobre todo, el gran ejército de mujeres anónimas se han dejado la vida, en unos casos de forma metafórica y en otros literal, en ponernos en el punto en el que nos encontramos.

A pesar de ese camino recorrido, y de los logros reconocidos, mientras haya en cualquier lugar del mundo personas que por haber nacido mujeres sean mutiladas salvajemente, para que los hombres las consideren más valiosas, mujeres y niñas con las que se trafica para ser utilizadas como objetos sexuales por  hombres que las pagan o guerrilleros que las demandan, niñas obligadas a casarse y ser madres para que la familia obtenga un beneficio económico o social por el matrimonio o mujeres víctimas de la violencia machista por no querer acceder a volver a compartir su vida con un hombre al que ya no quieren, o que las ha maltratado previamente, o del que tienen que huir y esconderse con sus hijos, en el mejor de los casos, y en el peor… Todos vemos con frecuencia en las noticias lo que ocurre en el peor de los casos.

Mientras haya mujeres que ven cada día violados y mancillados sus derechos más básicos recogidos en la declaración universal de los derechos humanos de las Naciones Unidas, entiendo que el Día Internacional de la Mujer se tiene que seguir celebrando.

Enfado, asco, alegría: Sentimientos en torno al 8 de marzo

 

Y, a pesar de la sensación de enfado inicial que me produce pensar en todo ello, me llega otra emoción que supera mi enfado: el asco. El asco convertido en un rechazo visceral que aflora ante todas esas realidades, y hace que mis ganas de actuar sigan creciendo.

Y, a pesar de saber que la lucha aún será larga y difícil, me invade la alegría cuando reconozco claramente el único camino posible para asegurar el éxito: La EDUCACIÓN.

Educar desde el mismo momento del nacimiento en igualdad. Educar en la familia, en el barrio, en la escuela… cualquier lugar es bueno para educar en igualdad, en responsabilidad, en tolerancia. Educar para que las personas piensen,  se cuestionen las cosas y no las acepten sin reflexión. Educar personas emocionalmente inteligentes.  Educar seres humanos olvidándonos de estereotipos, de papeles asumidos de creencias que restan en la vida de las personas y, desde luego, olvidándonos de las diferencias por sexo. Queremos personas, hombres y mujeres, con autoestima.

Y ahora me asalta otra emoción, que siempre me resulta muy grata, la sorpresa.  Me sorprendo cuando pienso que, sin saberlo, las palabras del Sr. “de cuyo nombre no quiero acordarme” han despertado la conciencia y las ganas de muchas personas (mujeres y hombres) de empezar una lucha sin tregua con un ese fin: EDUCAR.

Educar en igualdad para que todos olvidemos el nombre de Janusz Korwin-Mikke.

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|Fotografía principal: Equipo Cambiar para Crecer|