Enseñemos educación emocional en las aulas

Cada vez es más frecuente, por suerte, encontrar profes, familias y otros miembros del sistema educativo que apuestan por la inteligencia emocional. Sí, somos muchas personas las que queremos que enseñen a nuestros hijos y nuestras hijas educación emocional en las aulas. Este aprendizaje les preparará enormemente para entender sus emociones, descifrar las de los demás y, en definitiva, para vivir la vida de forma saludable.

Educación emocional vs educación convencional

También está muy presente el término “Inteligencia Emocional” en las peticiones de familias y docentes para que se incluya en el recorrido curricular de la educación, a ser posible, desde los primeros cursos de primaria e incluso antes.

Personalmente, no puedo estar más de acuerdo, ya que las competencias que se desarrollan con esta formación consiguen, desde mi punto de vista, que seamos personas más completas, que sepamos gestionar las situaciones emocionales que todos vivimos, ya sean simples o complejas, de forma efectiva y eficiente.

De unos años a esta parte cada vez son más frecuentes las noticias en los medios de comunicación relacionadas con la violencia en las aulas, los casos de bullying, a veces con finales terribles, como suicidios infantiles, porque no pueden soportar la presión y el acoso que sufren.

Este problema no debe preocupar solamente a familias y profesorado, ya que se está convirtiendo en un fenómeno social en el que todas las personas tenemos algo que decir o hacer para ponerle freno lo antes posible. ¿Sabéis que la Inteligencia Emocional es una herramienta muy potente para acabar con estos casos? ¡Qué importante es la educación emocional!

En la educación llamemos “convencional”, es decir la que hemos recibido quienes hoy estamos por encima de los 20-25 años, se nos han enseñado materias como matemáticas, literatura, geografía… y se nos ha informado de los peligros que conlleva tomar ciertas decisiones como el consumo de sustancias peligrosas para la salud o tener relaciones sexuales a temprana edad y, además, sin protección. Todo eso está muy bien, a mí me ha servido. Aunque si además me hubieran enseñado a gestionar mis estados emocionales, estoy segura de que mi vida hubiese sido mejor.

Soy consciente de que cuando yo estaba en primaria el término “inteligencia emocional” ni tan siquiera se conocía y hoy, echando la vista atrás, recuerdo perfectamente momentos en los que las niñas -¡42 alumnas!-, de 13 años de edad nos hacíamos con el control del aula porque alguna docente era incapaz de gestionar correctamente sus emociones y, fuera de sí, tenía que recurrir a los gritos y amenazas como expulsarnos, o llamar a la directora del centro (la madre superiora) a la que, a pesar de ser una persona con un físico muy menudo, todas temíamos y queríamos al mismo tiempo; ahora sé que era por el alto grado de inteligencia emocional que esta mujer poseía.

Las cosas han cambiado considerablemente desde entonces, afortunadamente, aunque la formación del profesorado que en la actualidad ejerce, tampoco incluía las habilidades de la inteligencia emocional, por lo que, ¿cómo formar al alumnado en las habilidades que la inteligencia emocional nos propone si el cuerpo docente no lo está? ¿cómo pueden interpretar las alumnas y los alumnos las expresiones emocionales de su profe si éstas son confusas?

Desde la educación infantil, y me consta que ya hay muchos y muchas docentes con alta sensibilidad y formación “motu proprio”, se puede comenzar a través del juego, que es la mejor forma de aprender a esas edades, cuáles son las emociones básicas y distintas formas de actuar cuando las sentimos.  Aunque, lo que no podemos perder de vista es que a esas edades las niñas y los niños copian e imitan los comportamientos de sus personas de referencia: madre, padre y docente.  Por tanto, debemos ser conscientes de la gran responsabilidad que cada cual tiene. La infancia capta mejor de lo que nos imaginamos la coherencia o incoherencia entre nuestras palabras, sentimientos y acciones.

Enseñemos educación emocional en las aulas

¿Cuáles son las habilidades que conseguimos formándonos en inteligencia emocional?

Sobre esto hay diferentes teorías o escuelas. Basándonos en la teoría de Salovey y Mayer, y su modelo de las cuatro ramas, conseguiremos: identificar nuestras  emociones y  comprenderlas  para poder canalizarlas y regularlas, y que así nos ayuden a avanzar en nuestro desarrollo personal a través del autoconocimiento que vamos consiguiendo en el proceso.

Además, conforme nos vamos conociendo mejor, también avanzamos en la comprensión de las demás personas, y desarrollamos nuestra empatía, lo que nos proporciona relaciones sociales más auténticas y saludables ¿creéis que vuestra vida habría sido “distinta” si hubieseis tenido ese modelo de educación?

Pues eso, pongámonos en marcha y demos a los profesores y las profesoras la oportunidad de formarse para que nuestras hijas e hijos aprendan una forma diferente de vivir y de relacionarse: que se formen en educación emocional.

Pero no olvidemos que el personal docente es solo una parte de la educación. La familia es el seno para practicar y reforzar esas competencias que deseamos que peques y jóvenes posean para crecer como personas más responsables, conscientes y, en definitiva,  más felices.