¿Eres tu peor enemigo? Controla tu diálogo interno

¿Te has parado alguna vez a pensar qué tipo de conversaciones tienes contigo? Y sabes que, en función de cómo te hablas te conviertes en un tipo de persona u otra. Sí, sí.  De ti y solo de ti depende que seas una persona fuerte y segura, con sus aciertos y errores, o una persona insegura o victimista. ¿Eres tu peor enemigo? Controla tu diálogo interno. La forma en que nos hablamos construye el concepto que tenemos de nosotros como personas, o lo que es lo mismo, somos lo que creemos que somos. ¡Qué responsabilidad! ¿Verdad?

Te portas contigo como si fueras un buen amigo o, por el contrario eres tu peor enemigo

Piensa que tu mejor amigo o amiga recurre a ti porque está ante una situación estresante y no sabe cómo actuar: ¿qué harías? Seguramente tratarías de tranquilizarle, recitándole un rosario de cualidades, habilidades, actitudes y formas que habitualmente despliega en su vida cotidiana y que, sin duda, le van a servir para salir de la situación a la que se tiene que enfrentar de forma exitosa, ¿verdad?

Ahora, piensa que eres tú la persona que se tiene que enfrentar a una situación que te genera ansiedad: un examen oral, una entrevista de trabajo, una visita a uno de los clientes más importantes de tu empresa…  ¿Cómo la afrontas? ¿Cómo te hablas a ti antes de enfrentarte a la situación?

  1. Piensas que te has preparado a fondo y que los contenidos (de cualquiera de las situaciones) los dominas. Piensas que lo vas a hacer bien, aunque siempre cabe la posibilidad de que surja un imprevisto y, ante eso, lo afrontarás con honestidad y dando una respuesta sincera dependiendo de cuál sea la situación. Además, tomarás medidas para, la próxima vez, no ceñirte en exclusiva al temario exacto, a las especificaciones del puesto que aparecían en la solicitud o en el orden del día de la reunión y tratarás de ampliar, eso sí, dentro de unos límites, tampoco eres Leonardo Da Vinci.
  2. Imaginas el más negativo de los escenarios. Todo va a salir mal, te vas a quedar en blanco, vas a sentir pánico y no vas a ser capaz de abrir la boca frente al tribunal, persona de RRHH o el cliente.
  3. Te centras en tus debilidades, tus defectos y te comparas con personas a las que tú admiras y piensas que tienen capacidades magníficas y vidas perfectas. Y así te sientes aún peor…  Tu pensamiento se centra en que nunca conseguirás lo que quieres y llegas a pensar que es porque no lo mereces. Nunca aprobarás ese examen, conseguirás ese trabajo o conservarás ese cliente. Tu autoestima no está de tu parte.
  4. Tu pensamiento “favorito” suele ser: siempre lo mismo, como siempre, naturalmente para confirmar que no vas a conseguir tus objetivos y tu vida no va a cambiar. Te quejas y te quejas aunque no haces nada para cambiar las cosas (no estudias, ni buscas trabajo…) son los demás los que deberían cambiar algo para que tu vida cambiara.
  5. Eres implacable contigo, por lo que sueles estar agobiado porque las cosas no salen perfectas. Eso sí, porque los demás comenten los errores, no tú (no te dijeron que ese tema entraba en el examen, no ponía en el anuncio de trabajo que había que saber alemán, nadie te informó de lo que ese cliente necesitaba realmente…). No alcanzas tus objetivos porque nunca es suficiente con lo que has hecho, nada sale perfecto como a ti te gustaría.

Si la tipología número 1 es con la que te sientes más identificado: ¡ENHORABUENA! Eres una persona con un diálogo interno sano y positivo. Te respetas y te permites equivocarte, sin generar sentimiento de culpa, porque estás dispuesto a rectificar, desde la honestidad.

Si te reconoces en alguna de las tipologías 2: fatalista; 3: crítico; 4: victimista; o 5: autoexigente, también te felicito, en este caso por haber dado un gran paso: tomar conciencia. Solo desde la conciencia puedes empezar a tomar medidas. Aunque ahora viene la pregunta comprometida:  ¿qué voy a hacer para poner solución a este tipo de diálogo interno para dejar de ser tu peor enemigo?  No permitas que te conviertas en tu peor enemigo. Controla tu diálogo interno.

El reto es convertir esos pensamientos que no te favorecen en absoluto, los que surgen cuando eres tu peor enemigo, en pensamientos que te apoyen en el fin que te propongas, para conseguir tus objetivos. Para esto, la práctica del mindfulness puede ser de gran ayuda.

Empieza cambiando expresiones demoledoras. Dales la vuelta, sé capaz incluso de reírte de ti mismo siempre que eso te haga crecer. Y en vez de decirte:

  • ¡No vas a aprender nunca!
  • ¡Eres un desastre!
  • Calladito estás más guapo

Piensa:

  • Lo que me he propuesto con firmeza he acabado consiguiéndolo, así que me pongo a ello
  • Me he equivocado, soy humano. La próxima vez pensaré en otra estrategia
  • Al menos nos hemos reído por el comentario que he hecho y se ha destensado el ambiente

Céntrate en lo que puedes aprender de esas situaciones que te estresan o esas en las que crees que has metido la pata. No generes sentimientos negativos o de culpa. Háblate como lo harías con un amigo, con alguien a quien quieres, esa es la clave, empieza a quererte, a confiar en ti.

Puede que no lo logres al principio, sé paciente, no tires la toalla. Nadie dice que sea fácil ya que ese tipo de actitudes se han convertido en un hábito y los hábitos no son fáciles de desterrar, piensa en lo que cuesta dejar de fumar o de morderse las uñas, aunque tú también sabes que puedes conseguirlo poniendo ganas y esfuerzo. Vale la pena. Si eres tu peor enemigo, pon remedio.

 

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|Fotografía principal: Ben White on Unsplash|