‘Figuras ocultas’: una película del poder de la autoestima

Descubrí esta película, Figuras ocultas (Theodore Melfi, 2016), de pasada. Fue hace un mes, por el comentario de un compañero contándome algo de una de sus escenas. Me hablaba sobre lo que hacía una persona ante la llegada del primer gran IBM a la NASA en plena carrera espacial de los años sesenta. Reconozco que hace ya tiempo que no sigo los estrenos cinematográficos, así que ni siquiera pregunté por el año de estreno o por los actores. Simplemente atendí al comentario de mi compañero, que aprovechaba una escena para poner de relieve la importancia de la humanidad frente a las máquinas, y el infinito poder de la creatividad de las personas. Figuras ocultas y su lección sobre la importancia de la autoestima, es nuestra segunda película analizada dentro de la sección «CpC de Cine». La primera, como recordarán, la dedicamos a Grey y a su sombra.

Al ver Figuras ocultas mi sorpresa no sólo ha sido que era una película de 2016 y que actuaba mi adorado Kevin Costner, también que tiene muchísimos más aprendizajes encerrados. Figuras ocultas cuenta la vida real de tres trabajadoras de la NASA de raza negra en esa loca érpoca de los grandes contrastes en los Estados Unidos, tres enormes personas que se atrevieron a romper todas las creencias y a perseguir sus sueños con dos armas muy potentes: su propia autoestima y la humildad.

Si no lo han hecho, van a ver la película, eso espero, porque les pasará como a mí, que en una de esas tardes perdidas de sofá buscarán algo que merezca la pena y se acordarán de Figuras ocultas, y no fallarán, así que no se la voy a contar. Tampoco pasaría nada porque son hechos históricos que quizás, ojalá, ya conozcan. Yo confieso que no tenía ni idea de quiénes eran Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson. Y me hubiera gustado saber que Mary fue la primera mujer ingeniera aeroespacial de los Estados Unidos, que su compañera Dorothy fue la primera supervisora de IBM en la NASA y que los cálculos de Katherine, además de servir para confirmar los cálculos de las máquinas, fueron determinantes para poner en órbita a un ser humano por primera vez en la historia. Coincidirán conmigo en que el hecho de que las tres sean afroamericanas le da un puntito interesante a sus vidas y a la película.

Autodeterminación, una combinación de respeto y humildad

Hay cientos de críticas de la película, la mayoría muy buenas, sobre el desempeño de los actores, sobre la pericia del director, del guionista… No en vano mereció la nominación como mejor película a los Oscar, algo de lo que también me he enterado después de verla y que me demuestra que quizás debería volver a interesarme más por la industria del cine, que no por el cine, que ese sí me sigue pareciendo uno de los vehículos de cultura más poderosos que existen.

Lo que me encantaría que tuvieran en la cabeza cuando vean la película o disfruten de nuevo con ella es la receta que llevó a estas tres amigas, trabajadoras del departamento de Cálculo de la NASA cuando no existían las grandes computadoras, a superar tantísimas trabas de género, de raza y de atavismos sociales. Esa receta era su propia autodeterminación, apoyada en dos ingredientes fundamentales: el respeto por uno mismo y por los demás, y la inevitable humildad que surge de cumplir el primer ingrediente.

La película está llena de detalles que demuestran cómo se rompen las creencias limitantes de la sociedad. La chica que corre dos kilómetros cada vez que tiene que ir al baño, cargada de papeles con dificilísimos cálculos, porque no hay servicios para su raza en ese ala de la NASA, y el director (que no es porque sea mi Kevin Costner) echando abajo a martillazos el letrero de “baños para negros”. La chica habilidosa, con conocimientos de mecánica que le había transmitido su padre, robando un libro de lenguaje de programación en la biblioteca donde no le dejaban entrar por su raza, evidenciando una capacidad de visión infinita y preparándose, ella y todo su equipo, para cuando las máquinas convirtieran en obsoleto su trabajo. La guapa afroamericana que deja su tacón enganchado en una rejilla y entra descalza y digna en la sala durante las pruebas de resistencia de un módulo espacial, la misma que se enfrenta a su propio marido para medirse con la justicia americana y conseguir que le permitieran estudiar una ingeniería, en el turno de noche, eso sí. Chicas listas, que ven más allá de los números, y aguantan estoicamente que otros se apunten sus logros en favor de un objetivo superior.

Sí, lo reconozco, me ha encantado la película. Y me ha encantado porque cuando me paro a pensar en la razón de que estas tres mujeres lograran abatir en parte las creencias de su época, y allanar así el camino a todas las que fueron y vamos detrás, no me quedo con lo extraordinario de sus mentes, que sin duda ayudó a que las mentes obtusas de la época cambiaran. Con lo que me quedo es con la fuerza de su autodeterminación, con el poder que da la autoestima basada en el respeto a uno mismo y a los demás, y con la arrolladora capacidad transformadora de la humildad.