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La gente inteligente usa el estrés bueno y se defiende del malo
Sí, hay distintos tipos de estrés, sobre todo hay uno que nos viene bien y otro que nos viene mal, por eso la gente inteligente sabe usar el estrés bueno y se defiende del malo. Esa es la gente emocionalmente inteligente.
El estrés es una respuesta natural y muy útil de nuestro organismo para prepararse y afrontar de forma adecuada las situaciones que vivimos. Así que, por la cuenta que nos trae, es inevitable.
Lo malo está en no saber gestionarlo bien y acumularlo. Y para evitarlo, la autorregulación emocional es imprescindible. Empieza por prestar atención a lo que sentimos, después identificar el mensaje que nos trae eso que sentimos y, por fin, hacer algo para conseguir lo que queremos. Y por eso, cuando las experiencias que vivimos nos generan mucha intensidad emocional, es bueno saber diferenciar el estrés bueno del malo, con la certeza de que, a priori, siempre tiene una intención positiva.
¿Cómo?
Por un lado, está el eustrés. Es el que nos sirve para focalizar la atención, nos hace más resolutivos o resolutivas, y nos da energía que nos sirve de impulso para la acción. Lo identificas porque se parece mucho a esa sensación de inquietud que notamos cuando algo es desafiante, pero sentimos que podemos superarlo.
Después está distrés, que es la cara fea del estrés cuando lo acumulamos y puede provocarnos problemas, a veces muy graves, de salud.
Gestiona el reto y tus recursos para regularte
Mihály Csíkszentmihályi, con su teoría del flujo, nos da una buena brújula para actuar y regular el nivel de estrés que vivimos, para ponerlo al servicio de nuestras metas y aprovechar toda su intención positiva.
Csíkszentmihályi construye una singular tabla en la que compara la percepción que cada cual tiene del reto que afronta con la percepción, también propia, de los recursos o habilidades que tiene para superar el desafío. Por un lado, el nivel de reto y por otro el nivel de talento.
De esa forma, cuando percibo un desafío demasiado grande, más de lo que creo que puedo afrontar, el cuerpo se estresa. Se estresa mucho. Más cuanto más grande vea el desafío. Llega así la ansiedad o la angustia, y todas sus somatizaciones. Es el distrés.
Pero cuando percibo que el reto está por debajo de mi enorme talento, me aburro, siento que me infravaloran y hasta me cabreo. También me puedo cabrear mucho, más cuanto más grande es la diferencia que veo entre el reto y mis grandes habilidades.
Para encontrar el eustrés con toda su carga positiva, debo gestionar la forma de ver el reto o mis habilidades, o las dos cosas, para sentir que el desafío existe pero que tengo recursos y capacidad para afrontarlo. O sea, pensar que puedes.
Así que, ponte de tu parte. Y piensa en esos retos que tienes delante. Después piensas en tus capacidades. ¿Qué puedes hacer para reducir el reto un poco? ¿Dividirlo en dos o tres metas intermedias? ¿Qué puedes hacer para mejorar tu talento? ¿Puedes pedir ayuda? ¿Qué se te ocurre?
Sé gente inteligente y aprovecha el estrés para conseguir lo que quieres.