La vida hecha cine y viceversa en ‘Boyhood’

‘Boyhood’ es una de esas películas que, al menos para una consumidora de cine tan irregular como yo, pasan desapercibidas durante su estreno, y que te las encuentras más tarde “zapeando” por la plataforma de turno desde el sofá de casa. La empiezas a ver sin ningún tipo de referencia previa y, cuando termina, te das cuenta de que has presenciado la complicada simpleza de la vida hecha cine, o el cine hecho vida, sin más pretensiones que esa.

Esa fue mi sensación hace poco cuando vi esta magnética historia estrenada en 2014 que describe los cambios en la vida de un chico desde sus seis a sus dieciocho años, el complicado paso de la infancia a la juventud contextualizada en los problemas cotidianos de la sociedad moderna. Divorcios, problemas de pareja, conflictos de identidad, retos infantiles, desilusiones juveniles, inseguridades económicas, sueños rotos…

La película parte del divorcio de unos padres demasiado jóvenes a los que dan vida Patricia Arquette y Ethan Hawke. Y sigue con la lucha denodada de una mujer por compatibilizar sus propios sueños con la búsqueda del amor verdadero. Y la educación de sus hijos para que sean capaces de labrarse su propio futuro. En ese camino, contado desde la visión del hijo menor con sus propios conflictos, la película narra con extraordinaria crudeza y respeto la falta de lógica que puede llegar a tener la vida con el paso del tiempo.

Ese es el valioso mensaje de esta película de Richard Linklater. La vida es eso que nos pasa mientras estamos haciendo un montón de planes para llenarla. El otro gran aprendizaje que seguro has tenido viéndola o vas a tener cuando la veas, es lo inexorable que es el paso del tiempo.

‘Boyhood’, o ‘Momentos de una vida’, como la hemos traducido en España, es eso, la narración  sencilla de lo complicada, odiosa y maravillosa que puede llegar a ser la vida. Es la asombrosamente bien hilada construcción visual de doce años de cambios. Cambios en los que, a veces, no cambia nada o cambia todo. Un trabajo cinematográfico que, en la humilde y profana opinión de quien escribe, hace arte con la sencillez. Porque no es fácil contar la Vida, así con mayúsculas y en toda su dimensión, y que tenga sentido, en 159 minutos.

Y si todas las películas tienen tantas lecturas y mensajes como espectadores la ven, ‘Boyhood’ muchísimo más. Yo la vi con mi hijo de 17 años. Cuando terminó me dijo: pues es buena la película mamá, es la vida misma. Pues eso.