¿Somos lo que somos por «culpa» de nuestra familia?

Es indudable que la familia y el ambiente en el que nacemos y crecemos influye de manera fundamental en nuestro desarrollo personal.  Desde que somos bebés y hasta los dos años nuestras únicas referencias son los miembros de nuestra familia. Especialmente la madre, de quien nos creemos una prolongación.  Por tanto, y sin lugar a dudas, la influencia de la familia va a afectar a nuestro desarrollo personal. Pero, ¿somos lo que somos por «culpa» de nuestra familia?

Valores, actitudes y creencias

De la familia adquirimos nuestros valores, actitudes y creencias, sin cuestionarlos. Y estos factores van a determinar en muchas ocasiones cuestiones muy importantes para nuestro futuro. Por ejemplo, un niño hace sus primeros exámenes y suspende la asignatura de geografía. Llega a casa y su padre le dice: “hijo, has salido a tu madre, que nunca ha sido capaz de interpretar un mapa. Tú céntrate en las matemáticas y llegarás más lejos”.

Esto podría parecer anecdótico pero si el niño, en el siguiente examen, vuelve a suspender geografía y su padre se reafirma en su primera teoría. El hijo habrá perdido todo interés por esa asignatura y siempre pensará que dará igual esfuerzo. que no aprenderá nunca geografía ya que es una cuestión de familia…

Imaginemos ahora que tras el primer suspenso, la respuesta del padre hubiera sido: “es una pena que no te esfuerces en geografía, porque conocer países y culturas diferentes es apasionante”. Y, tras esta frase, le contara una aventura que él mismo vivió viajando por un país exótico. Seguramente el niño habría empezado a interesarse mucho más por la asignatura. De esa manera tan “inocente” y, por supuesto, siempre con sus mejores intenciones, los padres pueden acabar con carreras que podrían haber sido brillantes, da igual que sean en geografía, en repostería o en danza.

Visto así, da la impresión de que estamos “condenados” a vivir, pensar y actuar como nuestros padres nos han inculcado que lo hagamos y, obviamente, no es cierto.

¿Cuándo comenzamos a romper el cordón umbilical?

Al llegar a la adolescencia empezamos a tener “dudas existenciales” que surgen de la búsqueda de nuestro propio yo, alejarnos de la posible influencia de la familia. Es en esa etapa en la que necesitamos encontrar una identidad propia, o lo que es lo mismo, diferenciarnos. Empezamos a buscar en qué somos diferentes, sobre todo, de nuestros padres. Y desde luego que encontramos las diferencias. Las encontramos buscando en nuestros nuevos grupos de referencia, como los compañeros de clase, los amigos, los colectivos y grupos sociales con los que tenemos contacto, etc. y el fin de la búsqueda no es otro que la reafirmación de nuestro yo.

Reafirmación de nuestro yo.

Pasada esa etapa, muchas veces tan dura tanto para los padres como para los hijos, es cuando realmente empezamos a tomar nuestras propias decisiones y donde empezamos a poner las primeras baldosas del camino hacia nuestro futuro. A base de elegir y obrar en consecuencia, lo que no significa no poder rectificar en el caso de que se cometan errores:

  1. Hay personas que eligen vivir en el mismo lugar en el que nacen y crecen, siguiendo los cánones familiares y sociales que desde pequeños han aprendido y así encuentran la felicidad.
  2. Mientras que otras sienten la necesidad de explorar nuevos caminos, buscar nuevas experiencias, oportunidades o aventuras en otros lugares.

Todo vale, siempre que se trate de una elección responsable. ¿Qué significa eso? Pues que sea cual sea la elección que hagamos, asumamos que hemos sido nosotros como personas adultas las que hemos decidido. Y actuemos con responsabilidad ante los resultados de nuestras decisiones y no echemos toda la culpa a la influencia de nuestra familia.

El problema surge cuando nos dejamos llevar, cuando nos instalamos en la queja permanentemente porque no hemos podido elegir. Porque nuestros padres decidieron por nosotros, porque tuvimos hijos muy pronto, porque el ambiente social en el que nos movíamos era muy cerrado o mil excusas más. Para no asumir que las decisiones finales las tomaron ellos y nadie más.

Tomar el timón y redirigir tu vida.

Siempre estamos a tiempo, todos podemos cambiar nuestra vida si QUEREMOS. Ese es el único condicionante.

El cambio es una constante en nuestra vida. Claro que a veces es duro, vivimos muy acomodados y nuestra zona de confort cada vez es más amplia y eso es lo que nos paraliza, el miedo a salir de ella. Os invito a tomar las riendas de vuestras vidas, a convertirnos en personas respons-hábiles. Es decir, activemos la capacidad de respondernos a nosotros mismos, a hacernos conscientes de lo que realmente queremos hacer con nuestra vida, porque ese será el primer paso hacia el cambio.

Así que, ya sabes, toma las riendas de tu vida, no valen excusas. Decide lo que realmente quieres y ¡A POR ELLO!

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|Fotografía principal: Larry Li|