¿Protegemos a la infancia?
Hace unas semanas nos llegó a muchos de nosotros un vídeo de esos que hacen que tu mundo se pare durante un minuto. El vídeo era de un padre con su hija riendo a carcajadas mientras juegan. Hasta aquí todo normal si no fuera porque lo que provocaba esas carcajadas en la pequeña era el sonido de las bombas que se escuchaban desde el salón de su casa. Hoy quiero reflexionar con vosotros: ¿Protegemos a la infancia?
Este padre y su hija enfrentan el horror de la guerra en #Siria🇸🇾, pero él hace lo posible para evitar a la pequeña el trauma de los bombardeos.
Abdullah Abu Salva le enseñó a su hija Selva, 4, un juego para distraerla de ataques aéreos. Cada vez que escuchan explosiones se ríen pic.twitter.com/4vcCRgEzH6— jvillanueva67 (@javillanueva67) February 18, 2020
Este es justo el momento en el que tu vida se detiene y te das cuenta de la suerte que tienes de jugar con tus hijos a las cartas y no “a la guerra”.
Al ver el vídeo me di cuenta de cómo los padres QUEREMOS proteger a nuestros hijos de los peligros de la vida y de cómo este padre TIENE QUE PROTEGER a su hija de los peligros de la vida. Inmediatamente me acordé de esa joya del cine: “La vida es bella”, y de otro padre que también “juega” con los horrores de la vida, esta vez al escondite.
Yo, personalmente, cada vez que veo el vídeo no puedo evitar pensar que algo estamos haciendo mal, no como padres, sino como seres humanos.
Hoy sólo quería reflexionar con vosotras y vosotros sobre qué estamos haciendo con nuestros niños y niñas. Los metemos en burbujas en las que todo está bien, en las que están a salvo de los peligros, en las que nos sentimos seguros… Protegemos a la infancia pero, ¿y ese otro mundo que “juega a la guerra”?
¿Cómo podemos evitar que se produzcan estas situaciones, que desgraciadamente son la punta de un terrible iceberg? Y ante esta pregunta siempre me sale la misma respuesta: educación.
Yo no sé cuál es la forma correcta de hacer las cosas, cuál es la educación correcta, ni siquiera sé muchas veces si lo estoy haciendo bien con mi hijo… Pero lo que sí sé es que no podemos quedarnos impasibles. No podemos dejar que esto NO nos afecte. Debería calarnos hasta lo más hondo de nuestro ser, porque de lo contrario estaremos como muertos en vida y no habrá posibilidad de cambio, todo seguirá como hasta ahora o cada vez peor: porque esto será lo normal, porque ni la muerte ni el dolor tendrá importancia en un mundo incapaz de ponerse en el lugar del otro, carente de empatía, en el que nada importa. Suena dramático, ¿verdad? Sin embargo, es tan dramático como real.