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Llega septiembre: ¿Estrés del bueno o estrés del malo?
Diferenciar el estrés bueno del malo puede ser de gran ayuda siempre, porque mal que nos pese estresarnos nos vamos a estresar, es inevitable, sobre todo ahora que se acerca la temida vuelta a la rutina que pone a prueba nuestro equilibrio emocional y mental. ¿Qué estrés prefieres?
No. No vale haber pensado que prefieres no tener estrés, porque es consustancial a tu propia existencia. De hecho, el estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo que se encarga de asegurar nuestra supervivencia preparándonos para responder a todas las situaciones que vivimos de forma rápida y eficaz. Así de importante es, y así de positiva es su intención.
Este estrés vital nos focaliza la atención, nos enciende la creatividad, nos genera energía vital y nos predispone a actuar. En su versión positiva se llama eustrés, y es el bueno. Es ese “gusanillo” que se nos suele meter en el estómago cuando nos vamos a enfrentar a una situación desafiante para la que nos sentimos más o menos preparados. Seguro que conoces la sensación.
Por otro lado está el estrés malo, el distrés, que es ese que ha logrado convertirse en un problema de salud de orden mundial y una de las principales causas de baja laboral en el mundo
Entender y atender nuestro estrés
Lo más importante para aprovechar lo positivo del estrés es entenderlo, saber cómo funciona en ti y gestionarlo de forma eficaz para sacarle todo el partido que puedas y no acumularlo. Porque los problemas de salud empiezan cuando lo acumulamos.
Para gestionar el estrés hay muchas herramientas, y todas son positivas.
Están las técnicas cognitivas que implican reflexionar, evaluar y sobre todo tomar decisiones. En este grupo encontramos potentes herramientas como la reevaluación racional de las situaciones estresantes o la gestión del tiempo diferenciando lo importante de lo urgente, que no es tan fácil como parece.
También están las técnicas físicas, siempre eficaces por la estrecha relación que hay entre nuestras sensaciones emocionales y nuestros gestos, posturas o percepciones sensoriales. En este grupo nos encontramos los ejercicios de respiración, las visualizaciones, la meditación, la aromaterapia o el ejercicio físico en todas sus variantes.
Hay una tercera clase de herramientas para gestionar el estrés: las técnicas emocionales que implican una toma de conciencia más profunda de nosotros mismos y de los demás, o lo que es lo mismo, crecer en inteligencia emocional. En este grupo es donde además de atender el estrés buscamos entenderlo, comprender cómo funciona en cada uno de nosotros.
Del autoconocimiento al fluir
Justo para que atiendas y entiendas tu estrés, te quiero compartir una interesantísima y eficaz brújula que espero que te sirva. Se trata de la conocida teoría del Flujo del profesor de psicología Mihály Csíkszentmihályi que desde ya te sugiero que investigues.
La teoría del Flujo se basa en comparar la percepción del reto con la autopercepción del talento: la percepción individual que cada uno tenemos de cada reto concreto al que nos enfrentamos, con la autopercepción del talento que también cada uno de forma individual sentimos que tenemos para superarlo.
Según la teoría de Csíkszentmihályi, cuando percibo un desafío mucho más grande de lo que creo que puedo afrontar me genero estrés y además del malo. Ese llamado distrés se expresa en forma de ansiedad y somatizaciones leves, y puede derivar en angustia o somatizaciones más graves cuanto más grande vea el reto y menos habilidades crea que tengo para superarlo.
En el otro extremo de la teoría estaría cuando percibo un reto o desafío como muy pequeño frente a las enormes habilidades o talento que creo tener. Me siento infravalorada y seguramente esta sensación me lleva a estados de desinterés, apatía, aburrimiento, o quizás, de persistir en el tiempo, también frustración y cabreo. No es estrés propiamente dicho, pero tampoco propone actitudes positivas para estar equilibrados emocionalmente.
Lo mejor de la teoría del flujo llega cuando se refiere al estrés positivo, el eustrés, ese que se da cuando veo el reto al que me enfrento un poco por encima de las habilidades que siento que tengo para afrontarlo. Ahí nuestra motivación se enciende, se potencia la creatividad, y todo nuestro organismo actúa para generar energía y facilitar la toma de decisiones.
Hay que tener muy en cuenta que ni vemos igual de grandes los retos, aunque sean los mismos que hemos superado alguna vez, ni nos sentimos siempre igual de hábiles.
Gestionar el estrés desde la brújula de Csíkszentmihályi
Te cuento ahora una técnica bastante útil que suelo compartir en los talleres que organizamos. Te propongo que imagines literalmente un mando a distancia, como el de tu televisor, en el que puedes subir o bajar el volumen a tu antojo.
Ahora piensa en ese reto o desafío al que te estás enfrentando o te vas a enfrentar en breve. Luego reflexiona sobre qué capacidades crees que tienes para superarlo. ¿Le puedes subir el volumen a tu talento, y encontrar los recursos que seguro que tienes para superar ese desafío como puede que incluso ya hayas hecho en el pasado en ocasiones parecidas?, ¿o prefieres bajarle el volumen al reto, quizás poniendo antes otras metas en el camino a conseguirlo?, ¿quieres hacer un poco de las dos cosas?
Así es como se reevalúa una situación estresante y se entiende el estrés. Ahora te queda atenderlo, para lo que cualquier herramienta de las mencionadas más arriba te pueden servir. Pero sobre todo, encuentra en cada momento cómo situar el volumen de cada reto al nivel del volumen de tu talento en cada momento, porque ahí es donde, según la teoría del impronunciable profesor Csíkszentmihályi, fluimos. Fluye con la vida, también en septiembre.
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Fotografía principal: Jeshoots en Unsplash|
|Fotografías secundarias: Aron Visuals y Matteo Vistocco en Unsplash|