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Ser suficiente: mis emociones y mis decisiones
Esta es la imagen de una chapa que me regaló mi hermana hace años, en un momento en que me encontraba inmersa en una crisis personal, de esas que te marcan profundo. Ella me la regaló sin decirme nada más y al mirarla yo pensé: “Claro, yo soy una mujer fuerte y no necesito a nadie”. Y así me pasé mucho tiempo pensando que no necesitaba a nadie o, más bien, pensando que no debía necesitar a nadie. Hoy os explico qué he descubierto con los años sobre ser suficiente: mis emociones y mis decisiones.
Es verdad que una puede hacer las cosas por sí misma y no pedir ayuda a los demás, que puede guardarse para sí lo bueno y lo malo que le ocurre y no compartirlo con nadie, y que la vida sigue y salimos adelante pero: ¿cuál es el coste?
Vivimos en una sociedad en la que se nos inculca desde pequeños que las cosas solo se consiguen con esfuerzo y las cosas fáciles no tienen tanto valor; cuanto más costosa sea nuestra vida, más valor tendrá.
Dicho así suena absurdo, ¿verdad? Pero piensa las veces que has oído o dicho refranes del tipo “la letra con sangre entra; el que algo quiere algo le cuesta; no hay miel sin hiel”, etc. Son frases que están profundamente arraigadas en nuestro pensamiento popular y que nos condicionan a la hora de actuar. A mí me han condicionado durante mucho tiempo, pensaba lo valiosa que sería mi vida y lo valiosa que sería yo si lo hacía todo sola, si no necesitaba a nadie. Pero, ¿sabéis que descubrí? Que ese no es el mensaje que encierra la chapa que me regaló mi hermana, que “Ser suficiente” no implica no pedir ayuda. Es más, descubrí que es todo lo contrario, que “Ser suficiente” es:
- Conocer dónde están mis límites.
- Bajar mi autoexigencia.
- Buscar recursos externos cuando siento que solo con los internos no me vale.
- Derrumbarme y dejar que alguien me recoja en esos momentos.
- Mostrar mi vulnerabilidad.
- Gritar: ¡Necesito ayuda!
- Aceptar esa ayuda.
- Buscar una red de apoyo.
- Aprender a ponerme la vida más fácil.
Descubrir esto supuso cambiar mi actitud ante la vida, empezar a hacerme la vida más fácil y poder enfrentarme a situaciones nuevas e inesperadas de una manera más sana, emocionalmente hablando.
Por eso es tan importante educar y educarnos en Inteligencia Emocional, conocer cómo nos afectan las distinta situaciones de nuestra vida, qué emoción hay detrás de cada decisión y ver así desde donde actúo: ¿desde el qué dirán, desde el yo no necesito a nadie, desde el miedo, la tristeza…?
Desde dónde lo hacemos no es tan importante como ser capaces de mirar y acoger la emoción que surge en cada momento y aprender a gestionarla (no taparla, reprimirla, controlarla…) de la manera más beneficiosa para nosotros.
Hoy os puedo decir que en momentos de crisis, de cambio vital, en situaciones en las que me cuesta ver la salida, he aprendido a decirme: YO SOY SUFICIENTE.
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