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Stop bullying, o dar poder al que calla
Cada vez hay más preocupación por el fenómeno destructivo del bullying, un peligroso cáncer social en nuestros colegios que, a fuerza de costumbre, sólo enciende la preocupación colectiva pública cuando ocurre alguna desgracia extrema, como ha sido el suicidio de menores hartos de sufrir acoso. Y por otro lado, cada vez hay más profesionales y estudiosos que llaman la atención sobre la necesidad de introducir con más intensidad y regularidad en las escuelas los conceptos y las técnicas de la educación en Inteligencia Emocional.
No son dos movimientos aislados. Soy de las que piensa que la Inteligencia Emocional debe ser el eje de la intervención contra el bullying, especialmente desde dos de sus habilidades fundamentales: el autoconocimiento y la empatía.
La evolución de la era digital en la que estamos inmersos va a tal velocidad generando nuevos escenarios de interrelación social que a duras penas somos capaces los adultos de dominar las nuevas normas y canales, y gestionar sus riesgos, por lo que tampoco seremos capaces de preparar a nuestros hijos si no nos enfocamos en recuperar lo más básico: su autoconocimiento y su habilidad para empatizar y entender a los demás.
El bullying es un fenómeno sordo difícil de identificar claramente en sus expresiones más leves y que sigue creciendo, de resultados imprevisibles, incómodo de gestionar y emocionalmente difícil de afrontar tanto para los implicados, como para los padres o los docentes. El bullying tiene variadas manifestaciones, diferentes niveles de intensidad, y los ecos de su experimentación pueden aparecer a corto, a medio o a largo plazo. Así es que estamos ante una enfermedad peligrosa, latente, como un resfriado común que puede derivar en una pulmonía, una enfermedad social que se expresa en las escuelas y que no es culpa ni de los escolares con conductas acosadoras, ni mucho menos, de los escolares que sufren el acoso.
¿De quién es la culpa?
¿De verdad pensáis que es necesario encontrar culpables? Lo necesario es abordarlo con decisión colectiva, con enfoque global y no particular, aportando soluciones sociales y no individuales, y tomando una actitud de prevención más que de corrección.
[bctt tweet=»#StopBullying con enfoque global, soluciones sociales no individuales y + prevención q corrección»]
A mi modo de verlo, el bullying es como un gran incendio forestal, que puedes estar muy bien preparado para apagar las llamas con decenas de helicópteros, camiones autobomba o miles de retenes, pero lo mejor siempre será haber hecho bien en invierno los deberes de limpieza, mantenimiento de cortafuegos y sensibilización social, para que no sea necesario poner en marcha todas las mangueras.
Llevar este enfoque al bullying y a las escuelas sería trabajar con los escolares desde pequeños en conceptos básicos de nuestro crecimiento personal: el autoconocimiento y la autorregulación de nuestras emociones, y en la capacidad de la empatía y las habilidades sociales para con los demás. De esta forma daremos poder a los elementos silenciosos del sistema escolar en el que se expresa el bullying; prepararemos para responder a esa gran mayoría que es testigo y, aunque en realidad rechaza, se calla; y seremos capaces de identificar mucho antes situaciones que pueden derivar en bullying y corregir conductas acosadoras o potenciales víctimas con menor coste emocional para los implicados, para el centro y para la sociedad. Y de paso, tendremos personas más completas para heredar el mundo, inteligentes racional y emocionalmente.
Sé que dicho así parece una obviedad «facilona» a un problema enorme, pero de hecho es una de las esencias del programa finlandés con el que lo están consiguiendo, todo un plan nacional de intervención sistémica que fue una apuesta estatal contra el acoso escolar. Se llama Kiva, y funciona.
Dar poder al que ahora calla es un trabajo de invierno para apagar los incendios de verano. Desarrollar la inteligencia emocional de los más pequeños también. Darles herramientas para identificar y expresar lo que sienten y para interpretar y entender lo que sientes los demás. Y todo eso no sólo para evitar el gran incendio forestal del bullying, también para mejorar la falta de autoestima, la ausencia de objetivos claros o la pasividad colectiva. ¿Te unes al #STOPBullying? Facilita inteligencia emocional.
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