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Cinco propuestas para desarrollar la inteligencia emocional de los niños
Los padres somos los principales referentes y fuentes de aprendizaje de nuestros hijos. Muy especialmente en sus primeros años. Los niños empiezan copiando nuestros gestos, copiando nuestras palabras, copiando nuestras conductas… y además les encajamos nuestras creencias… Estas pequeñas maquinitas de copiar, que están atentas a los más mínimos detalles, llegados a cierta edad empiezan a contrastar y a hacer sus propias conclusiones, esto es, que además de escuchar lo que les dices, lo comparan con lo que haces. ¡Qué importante la coherencia de los padres!
Impone un poco pararse a pensar todo esto. Pero agobiarse y querer controlarlo todo no ayuda nada. En este enriquecedor camino de ida y vuelta que es la educación de los hijos, nuestro mejor aliado puede ser la inteligencia emocional.
¿Por qué desarrollar la inteligencia emocional de los niños?
La inteligencia emocional es la capacidad de identificar nuestras emociones, entenderlas, canalizarlas y regularlas para que nos sirvan para lo que son: mecanismos de adaptación para la supervivencia y no de bloqueo. Además, el desarrollo de ese autoconocimiento propio es el más eficaz para entender las emociones de los demás, y desarrollar así una sana empatía que mejora nuestras relaciones sociales, con todo lo que eso implica. ¿Os parece poca justificación?
Hay estudios que prueban que desde los primeros años de vida, en mi opinión desde que tomamos conciencia del YO y nos independizamos de nuestra madre en torno a los 3 años, merece la pena dedicar un poco más de atención a la inteligencia emocional de nuestros niños, y ya no te cuento a la nuestra propia. Y ese es otro de los beneficios que tiene esto de ayudar a los peques a desarrollarse emocionalmente, que nos ayuda muchísimo a nosotros en lo mismo.
¿Cómo empezar a desarrollar la inteligencia emocional de los niños?
Comparto aquí cinco propuestas que espero que te sirvan en este camino.
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Jugar a identificar y nombrar las emociones básicas, para reconocerlas
A mí me gustan las emociones básicas de la escuela de Paul Ekman, ¡esas que Pixar ha elevado a categoría de séptimo arte! Aunque falta la Sorpresa en la película de Inside Out, verla con ellos parándola para identificar en todos los personajes la Alegría, la Tristeza, el Enfado, el Miedo y el Asco (entendido también como rechazo) puede ser muy educativo. Con esa peli o con cualquier otra de dibujos animados que les guste, porque la animación cuando es buena es perfecta para ver el Lenguaje No Verbal asociado a las emociones.
También funciona teatralizar con ellos cada una de las emociones, y que os riáis exagerando. Usa situaciones que les resulten familiares: pisar una caca para el asco; que no le dejen jugar en el recreo para la tristeza; que se pierda en el parque para el miedo; que le quiten sus cosas para el enfado… Échale imaginación y arte. El objetivo es que los niños, y tú mismo, identifiquen rápidamente qué sienten o sienten los demás sólo con sus gestos. Y que además nombren la emoción. Sería muy útil que desde los cuatro o cinco años los niños supieran dar nombre de forma natural a lo que sienten: estoy triste, estoy enfadado, tengo miedo…
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Entrenar la expresión de las emociones para regularlas
Cuando las emociones nos superan, puede que nos dejemos llevar por reacciones que después no nos gusten: gritar, golpear cosas, insultar… A los niños les pasa igual. Así que entrenar con ellos reacciones distintas a las que hayan tenido en algún momento les va a ayudar. A ellos y a nosotros. Recuerda que te copian, y que sus reacciones seguramente serán tus reacciones. Así que una vez que pase la rabieta o la pelea, y no durante, es importante volver a hablar de la misma situación enseñándoles o buscando con ellos otra forma de expresar su enfado, o su miedo, o la emoción que haya desencadenado la situación: por ejemplo hablar alto diciendo lo que siente o pedir ayuda o respirar.
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Desarrollar con ellos la escucha y el diálogo
Desde muy pequeños, es importantísimo que se entrenen en la escucha, una competencia clave de la conversación. Para esto, es recomendable marcarles con cariño límites muy claros en cuanto a los turnos de palabra, que es eso tan difícil a ciertas edades de guardar silencio cuando los demás hablan. Y sobre todo, practicar mucho con ellos el diálogo. Aquí funciona muy bien hablarles mucho, frente a frente, para que puedan identificar todo tu lenguaje no verbal, y acabar pidiéndoles que te repitan lo que les has dicho, o preguntarles si están de acuerdo y por qué.
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Usar cuentos para ejercitar la empatía
Hay muchos cuentos que nos pueden ayudar a trabajar con ellos la empatía. Cuentos o situaciones reales en los que la culpa sea algo, como casi siempre, ambiguo y repartido. En el cuento de Caperucita por ejemplo, ¿quién tiene la culpa de que el lobo la asuste? ¿La madre que la deja ir sola tan pequeña? ¿La abuela que le abre al lobo? ¿Caperucita por ir por el bosque y no por el camino? Te sorprenderá ver cómo razonan los niños estas cuestiones, y mientras lo hacen, están desarrollando su propia empatía. Y tú con ellos.
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Crear con la imaginación sitios seguros
Cuando los niños ya saben identificar sus emociones, y empiezan a entrenar distintas formas de expresarlas, les puede servir bien tener un sitio en su imaginación donde ir cuando sienten que las emociones les superan. Puede ser un lugar de vacaciones muy querido que exista, o una casita en las nubes inventada, da igual, porque el objetivo es crear con ellos una especie de “santuario” para ofrecerles un lugar seguro donde ir a resolver lo que sienten.
[bctt tweet=»Desarrollar la #inteligenciaemocional en los #niños, camino a sociedades más #equilibradas «]
Cuando trabajo la inteligencia emocional con adultos y con niños, lo hago con una diferencia fundamental: con los primeros trato de apoyarles a quitar las capas con las que han ido tapando quiénes son realmente; con los niños, el trabajo es evitar que formen esas capas, y que utilicen todo lo que son para construir lo que quieren ser. Ellos saben ya mucho. Que no pierdan esa sabiduría es nuestro objetivo. ¿Quieres niños emocionalmente inteligentes?
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