Claves para facilitar la Inteligencia emocional de niños y niñas

Facilitar la inteligencia emocional de niños y niñas es un deber, por eso hoy os contamos algunas claves que nuestro equipo de facilitadores siempre tienen muy presente cuando trabajamos con esos “locos bajitos”, que decía Serrat, y que son el futuro de la sociedad: nuestro futuro. Así que en el fondo es en beneficio propio.

Recuerda que las habilidades de identificar bien lo que sentimos nosotros, saber gestionarlo de forma constructiva, y saber identificar y entender lo que sienten los demás, son competencias que pueden influir de forma directa en el éxito o el fracaso en la vida. ¿Qué es el éxito? ¿Qué es el fracaso? Esto daría desde luego para otra entrada en este blog, pero hoy nos vamos a centrar en el éxito o el fracaso que se derivan de ser o no ser feliz.

Por tanto, para facilitar la inteligencia emocional de los niños y niñas que te rodean en la vida, compartas con ellos el rol que compartas, ten en cuenta las siguientes claves:

Pregúntales muchas veces qué sienten

No les preguntes qué quieren hacer o qué han hecho, y no por qué quieren hacer las cosas. Al menos no al principio. Pregúntales cómo se sienten, qué emoción están viviendo, y si esa sensación les gusta. Ayúdales a identificar y contar por qué sienten lo que sienten: estoy enfadado porque no me llevas al parque; estoy triste porque mi amigo no quiere jugar conmigo; tengo miedo porque está oscuro… Cuantas más veces tengan que expresar sus sentimientos mejor aprenderán a identificarlos. Es una clave importante para facilitar la inteligencia emocional de niños y niñas.

Escúchales de verdad de las buenas

Ponte a su altura, mírales a los ojos, asiente cuando te hablan, alarga los momentos de comunicación en los que ellos se expresan por muy confuso o absurdo que a ti te pueda parecer lo que dicen. Para ellos no es absurdo ni poco importante. 

Empieza por confirmarles que les entiendes cuando te comentan que están cansados o tristes, que tienen sueño o que están enfadados y no tienen ganas de hacer algo. No pongas en duda lo que escuchas, ni empieces con el consejo de cómo deberían sentirse o qué deberían hacer, por muy claro que lo tengas. Mejor guíales a indagar en sus emociones y negociar con ellos mismos: ¿dónde sientes el enfado?, ¿cómo lo sientes?, ¿es enfado o miedo?, ¿te gusta sentirte así?, ¿cómo te gustaría sentirte?, ¿qué se te ocurre que puedes hacer para sentirte como te gustaría?

No les impongas tu velocidad

Usa los silencios que se crean para permitir que reflexionen a su propio ritmo. Hay todo un entramado neuronal que en ellos va a una velocidad mucho más lenta que la tuya. Están construyendo sus azoteas. Dales tiempo para llegar a sus propias conclusiones, o para terminar de tener claro lo que quieren contarte. A veces, cuando no hablan, es porque no saben cómo decirlo. Ten paciencia, pacta con ellos, comprométete a recuperar el tema más adelante o a estar disponible cuando ellos decidan. Y cumple tus compromisos.

Habla sinceramente y con claridad de lo que sientes tú

Tanto si preguntan como si no, procura no confundirles con las emociones que sientes tú. Si llegas con enfado o cansancio a casa porque has tenido un día complicado, no lo niegues. No hace falta explicarles las razones, pero no les digáis que no os pasa nada sólo por evitarles la preocupación. Ellos perciben que sí y ya están preocupados.

Y cuando la emoción que sentís os la están provocando ellos – miedo, enfado, sorpresa, alegría, rechazo o tristeza- contadles claramente, desde esas sensaciones, cómo os hace sentir lo que ellos hacen o dicen.

Esta última es una gran oportunidad para hablarles y hacerles conscientes de las consecuencias que tienen las cosas que hacen y lo que dicen. Pero no les amenaces con esas consecuencias, otórgales la capacidad y responsabilidad de decidir. Y eso sí, mantened las consecuencias que se hayan establecido cuando decidan provocarlas, que esto lo que suele resultarnos más complicado a los adultos.

Recuerda que tú eres el espejo

Los adultos somos los espejos en los que ellos se miran. Por eso, cuando observes en los peques de tu entorno conductas poco productivas o dificultades para expresar emociones o gestionarlas adecuadamente, antes de poner el foco sólo en ellos, pregúntate: ¿qué adulto de su entorno podría estar siendo su espejo?, ¿soy yo?

Nuestras conductas como padres, madres, abuelos, hermanos o docentes –por ejemplo- modelan continuamente las conductas de los niños y niñas con los que convivimos. Y no te tomes esto como una pesada carga que llevar, afróntalo como una oportunidad para crecer juntos en inteligencia emocional. ¡Suerte!

Si estás interesado y quieres recibir más artículos desde este blog, suscríbete pinchando aquí.
|Fotografía principal: Rustic Vegan en Unsplash|