Cómo decidir si quiero tener o no reacciones desproporcionadas

A todas las personas alguna vez nos ha pasado que se nos disparan reacciones automáticas y, después, nos arrepentimos, puede que no del porqué, pero sí del cómo. Entender y atender las reacciones físicas que se activan con nuestras emociones es una buena estrategia para desarrollar nuestra inteligencia emocional y ganar tiempo para decidir si queremos tener o no reacciones desproporcionadas en cada momento. Que nunca sea sin querer.

Empecemos por tener muy en cuenta que las emociones conllevan cambios fisiológicos. No te descubro nada porque ya lo notas todos los días.

El proceso fisiológico del proceso emocional

La conductancia de la piel, la frecuencia cardíaca, la temperatura, y otros muchos factores biológicos participan directamente en el proceso emocional. Como además son factores que se pueden medir, esas reacciones físicas se observan muy minuciosamente en la investigación sobre cómo se desencadena y se desarrolla el proceso emocional.  

Esas reacciones están directamente relacionadas con la intensidad con la que la vivimos la experiencia emocional y no tanto con la cualidad de positiva o negativa con la que la percibimos, porque se ha constatado que las emociones agradables y las desagradables pueden compartir los mismos cambios fisiológicos.

Además, sabemos que los cambios corporales que experimentamos durante el proceso emocional no se acaban de golpe, sino que desaparecen poco a poco porque nuestro organismo requiere su tiempo para recuperar el equilibrio perdido. 

Por ejemplo, imagina que te doy un buen susto y que, hablando en plata, se te pone el corazón en la boca. Me río y te das cuenta de que es una broma, y que no hay nada que temer. Pero el corazón lo sigues teniendo acelerado todavía un buen rato. El corazón y otras reacciones que no son tan fáciles de notar. Y ahora imagina que después del susto, te enteras de algo o ves algo que te sienta muy mal. La pregunta a hacerse sería qué parte de las reacciones fisiológicas del susto no estarán sobredimensionando tu segunda reacción emocional

La transferencia de excitación

Esto es lo que explica el paradigma de la transferencia de excitación. Dice que la siguiente emoción que vivenciamos se ve intensificada por las reacciones físicas que siguen activas en nuestro cuerpo desencadenadas por la emoción anterior. 

Si tenemos en cuenta que vivimos encadenando procesos emocionales, este paradigma es muy clarificador. Nos invita a ganar tiempo, de alguna forma, para ser conscientes de nuestras reacciones a tiempo de poderlas evitar si nos resultan desproporcionadas. En una palabra: tener tiempo de decidir si quiero tenerlas o no. 

Se trataría de ser capaz de parar y preguntarte: ¿de qué otra emoción vengo? ¿Qué proceso emocional estoy gestionado todavía? 

Para eso hay que observarse muy concienzudamente y reforzar nuestro autoconocimiento, que es la mejor forma de ganar ese tiempo crucial para decidir.

Te propongo un ejercicio muy simple y muy útil. Ponte un par de alarmas en el móvil para pararte, cuando suenen, a ver qué estás sintiendo, y cómo lo vives en tu cuerpo. Empieza por dos alarmas el primer día y sube a cinco o seis poco a poco, al menos una semana. 

Conocerse así te hará cada vez más hábil, poco a poco, para identificar lo que sientes y cómo reacciona tu cuerpo, y para decidir si quieres o no reaccionar desproporcionadamente.