Desapego emocional para vivir más libre

No lo entiendas mal, el desapego emocional para vivir más libre no es egoísmo, ni es frialdad, ni es que nada te importe, ni que dejes de querer más amor, más cosas, más de todo. La diferencia, si logras el desapego sano, es que tu bienestar y tu felicidad no dependerá de si lo consigues o no. 

Piensa: si tu pareja te dice que se va a desapegar de ti… ¿Cuál sería tu reacción? Muy posiblemente sentirás, cuando menos, inseguridad. Venga, di que sí, no te hagas el moderno o la moderna. 

Y, sin embargo, si tu pareja entiende bien el desapego, y tú también claro, no implica nada malo, todo lo contrario. No hay miedo a perder, no hay expectativas inalcanzables, no hay dramatismo en los cambios… ¡A que mola!

Si quieres entender el desapego, el bueno, has de entender por qué nos apegamos a las cosas o las personas. Porque el apego es vital, es una función biológica imprescindible que nos garantiza –cómo no– la supervivencia. De bebés, en la infancia… cumple una función primordial. Pero con el tiempo, cuando ya no debería sernos necesario estar apegados o apegadas, ahí estamos, dispuestos o dispuestas a lo que sea para no perder lo que tenemos, y menos a sentir la desatención de nadie. 

El apego te puede encadenar, te hace menos libre, te limita. Y fíjate que hay filosofías ancestrales, como las orientales, que justo lo que promueven como camino de la felicidad es el desapego. Pero el desapego bien entendido. El elegido. El que abre puertas.

Si has leído ‘La Magia del orden’, de Marie Kondo, y sobre todo si has seguido sus consejos para mantener el armario y los cajones ordenados, ya has practicado el desapego. Es otra habilidad emocionalmente inteligente que se entrena. ¿A cuántas relaciones tóxicas te apegas? ¿Cuántas cosas acumulas por apego?

Ser libre gracias al desapego.

Tomar la decisión de desapegarnos debe llevar buena intención, eso lo primero, porque realmente es un ejercicio de generosidad y de AMOR, así con mayúsculas. Tanto amor a ti como amor a las demás personas. Y de verdad que eso te libera. 

No puede ser, por tanto, el desapego emocional por revancha o reproche. Ni un desapego emocional por razones traumáticas que no quiero sentir. 

Situaciones para practicar el desapego las puedes encontrar en esas relaciones que se acaban, para saber dejar ir; en esos cambios inesperados, para saber afrontarlos mejor; en las pérdidas inevitables, para vivirlas con menos dolor. 

Y como todas las conductas tienen pensamientos o creencias debajo que las alimentan, aquí tienes tres poderosas certezas y un hábito que te ayudarán a entrenar el desapego.

Todo cambia. Es inevitable.

Lo sé, lo sé. Ya lo sabías. Pero que no se te olvide. Recordarlo quizás rebaje un poco el dolor del cambio. Prueba.

El presente se llama presente porque es un regalo. 

También lo sé. También lo sabías. Y también se nos suele olvidar. Sobre todo cuando estamos sufriendo. ¿Cómo se hace eso? Pues tomando algo que nos ayuda siempre: decisiones. Decide cuidarte y no mires más si está en línea en el whatsapp, no saques una y otra vez el tema, no sigas esperando y esperando que te pidan disculpas, o que te den las gracias… Ponte tú tus nuevas metas y emplea tu cabeza, tu corazón y tus manos en tu propio camino de presente. 

Yo decido mi actitud. 

No regales ese poder. No le des a nadie la capacidad de decidir por ti cómo estás tú. Siempre. Siempre, siempre puedes decidir cómo te tomas lo que ocurre, aunque no puedas controlar lo que pasa. Que tampoco se te olvide esto. 

El hábito: agradece algo cada día.

Piensa en lo que tienes, en lo que te da la vida cada día, en los pequeños detalles y en las grandezas. Acaba cada día fijándote en todas esas personas que te han regalado algo de ellas mismas, en todas esas cosas que disfrutas. La COVID ha sido, sin duda, un gran experimento de aprendizaje para darnos cuenta de cuántas cosas superfluas nos encadenaban y cuántas cosas realmente importantes dábamos por seguras. Pues que no se te olvide esto tampoco.