Emociones inteligentes: el miedo es un aviso. Y punto.

Ayer mi hijo de quince años me dio una lección sin querer, o queriendo. Compartí con él uno de esos momentos en los que te debates entre aplastar una vida o no. Para tranquilidad del respetable sepan que era la vida de un insecto, que no es que sea menos malo, pero bueno, tiene menos trascendencia.

Lo verdaderamente malo no es que fuera insecto, es que era volador, y tengo esa ilógica fobia a todo lo que vuela. Especialmente a todo lo que vuela de pequeño-gran tamaño, no sé si me explico. Vamos que era más grande que una mosca de las grandes, y exhibía unas patas así estilo ancas de rana muy inquietantes. No podría identificarlo, no me lo pidan. En mi visión de la fauna animal era feo de narices.

El caso es que Carlos, mi hijo, estaba conmigo en la oficina, e hice eso que solemos hacer casi instintivamente muchas veces: delegar lo que no nos gusta hacer, o sea, delegar sin sentido. Fíjate que buen tema. Otro día hablamos aquí de la delegación efectiva…

Volviendo a lo que nos ocupa, delegué la incómoda tarea de acabar con el “bicho”, con perdón. Y lo hice con un requerimiento de calidad añadido: por favor, Carlos, no manches la pared.

Mi hijo es una persona enorme, de las mejores que yo conozco, y quien me conoce a mí sabe que no lo digo porque sea mi hijo. Así que no me cabe la menor duda de que su idea de meter al susodicho-pequeño-gran-volador en mi botella de agua tenía menos que ver con lo de no manchar la pared que con su lógica emocional habitual: evitar siempre hacer daño de forma consciente.

He aquí el resultado. Un bicho en una botella.bicho_botella2

Superado el pensamiento limitante de “he perdido mi botella pequeña que rellenaba”, le di las gracias a mi hijo, y llegó la otra parte de la lección: mira mamá, ¡está bebiendo! No tiene miedo, y se lava las patitas.

Le eché un vistazo al bicho y vi la representación viva del efecto de la inconsciencia. Pero, ¿se imaginan al bicho temiendo por su vida? ¿Se pararía a beber? Y de golpe recordé también que el mayor porcentaje de temores que condicionan nuestras conductas son prejuicios o miedos infundados, casi siempre por nosotros mismos. Mira que somos pesados en eso de adelantar acontecimientos.

Lo cierto es que el bicho, supongo que por la inconsciencia, no tuvo miedo. En fin, que no se puso en guardia, que al final casi sólo para eso sirve el miedo. Vivió el “aquí y ahora” en estado puro. Se refrescó, que con las temperaturas de estos días se pueden imaginar que no le vino nada mal, y duchadito voló de la botella cuando su salvador y yo llegamos a la calle.

Y ahora escribiendo este post me asalta una duda… ¿El bicho fue inconsciente o sintió la energía positiva de Carlos y decidió, dentro de la botella, gestionar su miedo y aprovechar el momento? Pues eso.

Y si tienes un ratito y te apetece, yo no me perdería este vídeo del programa de Elsa Punset. con claves muy prácticas para gestionar los miedos, y «pararte a beber».[vc_video link=»https://youtu.be/dL4Wzyj98qY» ratio=»16-9″]