¿Emociones negativas? ¡Mentira!

No existen las emociones negativas, rotundamente no, porque todas son positivas. Otra cosa es que nos gusten o no nos gusten, o sea, que sean agradables o desagradables. Pero independientemente de eso, cada emoción que sientes te da una información muy valiosa para actuar de forma adecuada y salir con éxito de la situación o persona que te la provoca. Las emociones vienen a apoyarte. ¿Las oyes o intentas evitarlas?

Diferenciar emoción de sentimiento

Las emociones son genuinas, estamos programados biológicamente para sentirlas, y todas te traen un mensaje sobre ti que te va a venir muy bien atender si quieres reaccionar de forma constructiva. Esto quiere decir que vienen a ayudarte. Da igual que te gusten o no.

Por otro lado están los sentimientos, que esos sí pueden ser negativos y restarte, o positivos y sumarte. De hecho, que una emoción no es un sentimiento es una de las cosas que más claras pretendemos que se lleven los niños y adolescentes con los que trabajamos en los campamentos urbanos de verano. Porque si te paras a pensarlo, aprender a diferenciarlos es una habilidad más que práctica si lo que quieres o necesitas es tomar las riendas de tu actitud y evitar que los demás, o simplemente las circunstancias, decidan por ti cómo te tomas las cosas.

El sentimiento es eso que experimentamos justo cuando le metemos pensamiento a las emociones, o sea, cuando las interpretamos con la razón y las vamos encadenando.

Así que el miedo, el asco, la alegría, la sorpresa, la tristeza o el enfado son las emociones más básicas, y se convierten en frustración, cólera, impotencia, venganza, soberbia, fastidio, resentimiento, impaciencia, violencia, intolerancia, vergüenza o avaricia -y así un largo etcétera de sentimientos negativos-, dependiendo de lo que pensemos de nosotros mismos, de los demás o de la situación que vivimos… De la misma forma también pueden convertirse en entusiasmo, felicidad, amor, compasión, valentía, amistad, respeto, admiración, gratitud, y  otro largo etcétera de sentimientos positivos. Es el pensamiento lo que define un camino o el otro.

De este razonamiento se deriva una máxima que nos da una guía vital muy útil: la emoción más el pensamiento nos genera el sentimiento. Y entonces, si la emoción no la podemos cambiar y queremos experimentar otro sentimiento, ¿qué es lo único que podemos cambiar? ¡Eso es! Podemos cambiar el pensamiento.

No ignores el aviso

El miedo te pone en guardia porque te informa de que piensas que no tienes recursos suficientes para afrontar eso que estás viviendo. El asco te informa de que están atacando tus valores. El enfado, de que se están saltando tus límites. La efímera sorpresa te dice que se ha roto el equilibrio que vives o esperabas. La tristeza, que has perdido algo preciado: una oportunidad, una cosa, una persona… Y la alegría, que has ganado algo que querías.  

Te proponemos, como hacemos en nuestros talleres, que te dediques tiempo a ti y a conocerte. Que aprendas a diferenciar esas emociones genuinas que sientes sin confundir enfado con tristeza o miedo por ejemplo, y que te convenzas de que todas las emociones están de tu parte. Así podrás darte cuenta de los pensamientos que se te disparan con ellas.

En definitiva, te invitamos a entrenar tu capacidad para considerar esas emociones básicas como avisos luminosos que se encienden en el panel de control de tu vida. Y que igual que cuando se te enciende la luz de reserva de combustible en el coche, por muy inoportuna que sea, buscas una gasolinera, cuando se te encienda una emoción piensa: ¿qué me está diciendo? ¿Qué puedo hacer?

Eso es inteligencia emocional y eso es gestión emocional adecuada: aprender a reconocer lo que sentimos, permitirnos sentirlo, interpretarlo, y usarlo para conseguir los objetivos que nos proponemos. ¿O es que si se te enciende la reserva del coche la ignoras hasta que te quedes tirado en la carretera? Pues eso.

 

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|Fotografía principal: darylegriffith en Flickr|