El liderazgo que genera empresas sostenibles

El liderazgo tiene un papel fundamental en la Responsabilidad Social Corporativa y en la sostenibilidad de las empresas. El buen liderazgo, claro está. Los buenos líderes son generadores de empresas rentables y sostenibles. Cuando la RSC empieza por donde tiene que empezar, que es por dentro de las organizaciones, es inevitable revisar y ajustar el estilo de liderazgo que respira la organización y sus efectos en la plantilla.

En el trabajo, lo mismo que en la vida, nuestras conductas, actitudes y aptitudes se terminan de conformar y matizar con las experiencias. Y que esas experiencias sean positivas o negativas depende de cómo los demás nos evalúan y reconocen o no lo que hacemos.  ¿Quiere esto decir que la forma en la que nos dan feedback sobre los resultados de nuestras acciones condiciona nuestras futuras acciones y hasta nuestra personalidad? Sí.

Llevado esto a la empresa, la forma en la que los directivos evalúan el desempeño de su gente es la que crea en gran medida la cultura organizacional y su sentido de organización. Y justo ahí es donde ese estilo de liderazgo puede generar una cárcel de vegetales laborales sin aspiración profesional, o una fábrica de animales laborales que se van a la mínima de cambio, o en positivo, una empresa sostenible de futuro. Todo depende en gran medida del estilo de liderazgo y su feedback o la evaluación del desempeño.

Evaluación del desempeño: pilar del liderazgo

Hay dos tipos de evaluación del desempeño: la responsable y la no responsable. Y la no responsable, que es en esencia la que no tiene en cuenta las consecuencias a largo plazo, se divide a su vez en dos grandes grupos: por aciertos o por errores. En ambos casos, el directivo suele tener pocas habilidades para el liderazgo y se centra en las conductas, no en las personas, dando más importancia a los resultados a corto plazo.

[bctt tweet=»La #evaluación sólo por aciertos o sólo por errores NO es responsable. #RSC #liderazgo» username=»lola_pelayo»]

En una empresa en la que la evaluación es por errores, los directivos destacan por llamar la atención sobre los fallos, son ágiles en buscar las pegas y adelantar problemas, y echan broncas públicas. Sin embargo, los reconocimientos o felicitaciones son escasos. En el día a día lo habitual ante las cosas bien hechas es el silencio. Es un estilo de dirección que suele contagiarse bastante, especialmente cuando baja en la cadena de mando la misma bronca amplificada y los que la sufren primero la ejercen con mayor ímpetu sobre sus subordinados. Es el síndrome del gallinero; todo un clásico.

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Síndrome del gallinero

El trabajador evaluado por errores vive como un subordinado prescindible, pierde autoconfianza, no se siente valorado y por tanto se vuelve miedoso, y reactivo. Su aptitud será dependiente, y se centrará en hacer lo que se le manda, y punto. Así es como generamos una plantilla de vegetales laborales que sí, van a ser muy estables, no se van a ir de tu empresa, pero no van a aportar mucho más.

Por otra parte, en una empresa en la que la evaluación es por aciertos, los directivos dan palmadas en la espalda incluso cuando no hay muchos motivos; animan permanentemente al personal la mayoría de las veces con frases algo vacías, o así las percibe la plantilla: sois los mejores, vais a poder, lo mejor de esta empresa es su gente… Sin embargo, los errores apenas se enfrentan salvo que ya sean muy graves y sus consecuencias inevitables. En el día a día, lo habitual ante los pequeños fallos es el silencio o, como mucho, alguna mala cara, pero nada de instrucciones claras o reflexiones compartidas.

El trabajador evaluado por aciertos sí se siente útil y hasta imprescindible, tendrá una actitud proactiva, con confianza en sí mismo, hasta que se vuelve independiente y se engancha al trabajo de forma perniciosa. Sus resultados llegan a ser buenos y abundantes, pero se siente tan imprescindible que usará la empresa como un escenario para buscar la salida a otro puesto mejor, otro proyecto más retador, otra empresa… El talento se va.

¿Y entonces? ¿Cómo es la evaluación que genera empresas responsables y sostenibles?

La evaluación responsable es la que los verdaderos líderes son capaces de dar, con la visión puesta en la misión o el propósito de la empresa, mirando a medio y largo plazo los resultados. Se trata de liderar a cada persona desde sus propios recursos y sus propias necesidades, reconociendo lo bueno y lo malo de cada colaborador, pero sobre todo centrándose en la trascendencia de sus aportaciones. Esa evaluación es la que genera aptitudes interdependientes y colaboración entre los equipos de trabajo. Ese estilo de liderazgo es el que promueve la responsabilidad social en las empresas, y viceversa.

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