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Me dedico al coaching… ¿Qué?
Soy Coach. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Y eso qué es? Estas son las preguntas que surgen en mi día a día cuando me preguntan eso de ¿tú a qué te dedicas? Y lo prefiero a esas otras ocasiones en las que alguien dice: ¡ah! Te dedicas a eso del optimismo y las frases positivas. Y yo: ¿perdona?
Cuando descubrí el coaching lo hice de la mano de la empresa que me dio proyecto laboral y de vida durante dieciocho años. Después de varios programas de desarrollo en habilidades directivas, nos ofrecieron un breve taller formativo que se llamaba “El líder coach”. Lo viví, como de hecho he vivido toda la primera parte de mi formación en Coaching, como algo para mí, para mi crecimiento personal, para mejorar la forma de gestionar mi vida profesional, y también para mejorar la forma de relacionarme con los que más quiero. Ha sido especialmente enriquecedor con mis compañeros de camino, mis hijos Carlos y Vito, esas dos excelentes personas que cada día me sorprenden más, a medida que más libres les hago de mí y más confío en sus grandes capacidades. Pero no pensaba dedicarme a esto, no imaginaba ser Coach, la verdad, porque soy periodista de alma, vida y corazón, una fiel creyente del poder de la comunicación en su más amplio sentido, y en esta creencia el coaching me servía bien, y punto.
El cuerpo me pedía más
Sin embargo, una vez descubierto el coaching el cuerpo me pedía más. Te da herramientas tan prácticas y tan de sentido común, que le vi aplicación directa inmediata en todos los entornos de mi vida. En el profesional, que andaba un poco revuelto, y en el personal, que se revolvía todavía más. A todos nos llegan esos momentos en la vida en los que dices: ¿algo más me puede pasar a mí? Pues sí, mucho más, y eso es lo maravilloso.
Ahora puedo decir, con la experiencia adquirida y con la formación aprehendida, que lo que hice buscando una escuela donde empezar mi primer curso de Experto en Coaching Personal fue desatascarme, ponerme en movimiento, dar el primer paso, salir de mi zona cómoda y plantearme una meta realista con la que empezar a buscar mi camino. Ahí estaba Eva, mi querida Eva, que dio los primeros pasos conmigo y yo con ella. Qué importantes fueron esos momentos.
Por aquel entonces lo único que pensé fue: venga Lola, a estudiar otra vez. Y vaya si estudié, y viví, y me miré, y me remiré, y crecí, y volví a remirarme, y me modelé. Y en ese camino, estudié, miré y remiré todo y a todos, provocando inevitablemente que mi realidad cambiara. Porque si yo cambio, todo cambia. Eso es así.
Mi enorme fortuna fue empezar a formarme en una escuela en la que ampliar tu conciencia y trabajar tu Inteligencia Emocional es condición sine qua non para obtener títulos y confianza, y donde la construcción personal del coach es un objetivo prioritario. Así que a lo largo de los tres niveles de Inteligencia Emocional con mi querido maestro Paco, esos ojos con los que me miro, flipé, reconocí, sufrí, lloré, reí, me aluciné, me arrepentí, perdoné y me perdoné, me ilusioné, me conocí, me vi, miré de verdad a todo y a todos y me proyecté. Y aun así, seguía sin tener demasiado claro eso de dedicarme a ser coach.
Del resplandor personal al resplandor profesional
Con el Experto en Coaching Ejecutivo y ya el Master en Coaching se abrieron ante mi ilusionantes oportunidades de apoyo a las personas en su rol profesional y a las organizaciones desde mi experiencia y dos de mis grandes fortalezas: la gestión de la comunicación y la responsabilidad social corporativa. A medida que avanzaba en la teoría y practicaba, me daba cuenta de las grandes sinergias que se crean entre el coaching aplicado a la organización y conceptos tan importantes para mí como la cultura organizacional, la comunicación interna, la involucración de los equipos, el clima laboral… Y además me maravillaba el puente que esta fusión genera con los colectivos sociales que rodean a las organizaciones. Así que del resplandor personal pasé al resplandor profesional, y ya sí, ya empecé a pensar en dedicarme de forma paralela a esto del coaching.
Mi querida amiga Conce y compañera en estas lides que me ocupan ahora se revolverá un poco al leer esto, pero a partir de ahí el universo hizo el resto. Entended universo como la extraordinaria y nada fácil habilidad de pedir y perseguir confiando en ti misma y dejando que las cosas ocurran viendo oportunidades donde el resto ve escollos insuperables. Eso hice, dejar que las cosas ocurrieran, creer en mí, y marcarme mis propias metas desde una certeza: quiero repercutir, #yorepercuto.
Seguí formándome. Hice un máster en Inteligencia Emocional que volvió a plantearme caminos geniales de aplicación profesional. Y sigo en formación, sin duda, y ahora estudio Psicología, poquito a poco, muy poquito a poco, pero disfrutando enormemente del camino y del aprendizaje continuo. Lo mejor es que sé que esto no ha terminado. Y eso también es lo maravilloso.
Así que no. El coaching no es eso del optimismo y las frases positivas. El coaching, la inteligencia emocional y cualquier otra disciplina que te guíe en tu relación contigo mismo o contigo misma y con lo que te rodea, es una forma de vida, o mejor, una forma de vivir, una forma de ser consciente de la vida.
Por eso soy coach. Me gusta ser consciente de mi vida, y me encanta acompañar a las personas que deciden tomar conciencia de la suya. Así que me dedico a generar crecimiento, en mí y en lo que me rodea, en personas y en organizaciones hechas de personas, porque creo en la repercusión constante e incesante que nos une a todos y a todo.
Ahora espero que este post me ayude un poco más a que esas dos grandes personas que me acompañan en la vida desde que vi la luz, puedan responder con más que orgullo y plena confianza en mí cuando alguien les pregunte, ¿y tu hija a qué se dedica ahora?
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