Hablemos de responsabilidad y de lenguaje responsable

La palabra responsabilidad carga con una pesada mochila en su significado que nos distrae de su verdadera esencia. A fuerza de usarlo para referirnos a las personas culpables de algo, o a las que llevan el peso de decisiones colectivas, nos despistamos y no nos damos cuenta de que se trata de una capacidad muy potente de todos y cada uno de nosotros, y de todas y cada una de nosotras.

Responsabilidad está formada por dos palabras del latín, respons y ability, o lo que es lo mismo, capacidad para responder. Ve a un diccionario de latín si no me crees.

Este enfoque amplía mucho la perspectiva, y como de hecho perseguimos en los procesos de coaching ya sean personales u organizacionales, cambia el punto de mira enriqueciendo la visión.

Podríamos escribir sin final sobre este concepto aplicado a todos los ámbitos: en el personal o en las empresas, en la comunicación familiar o laboral, hasta con nosotras y nosotros… Pero no. Vamos a centrarnos hoy en la responsabilidad de nuestro lenguaje.

El fascinante poder del lenguaje           

El lenguaje es fascinante. Es un sistema de códigos que da orden y sentido a sonidos y símbolos que nos permite comunicarnos.  Es por tanto el mecanismo por el que damos forma a nuestros pensamientos, a nuestras ideas, y sí, también a nuestros sentimientos. Incluso si no los verbalizamos. Pensamos formulando palabras. Ese es nuestro diálogo interno.

Ahora retomemos el concepto de responsabilidad como habilidad para responder… con el lenguaje.

¿Jugamos un ratito? Coge papel y lápiz. Sí, otra vez. Venga vale, puede ser un boli.

Imagina que llegas tarde a una reunión familiar. No han empezado porque te están esperando hace casi una hora. Tu participación es muy importante, y tú lo sabías. Entras en la habitación donde está ya toda tu familia y se callan de repente, mirándote. ¿Qué dices? Piénsalo un segundo o encuentra una situación parecida en las últimas semanas y recuerda qué dijiste. Escribe.

Ahora imagina que te encuentras por la calle a un amigo o una amiga. Te pregunta por la prueba o el examen al que sabe que te has presentado hace poco. Lo que no sabe es que el resultado fue negativo  ¿Cómo le contestas? Otra vez escribe tu mejor respuesta o la que diste en una situación parecida. Escribe, no tengas pereza que es un segundo.

Pues ya tienes una idea del grado de responsabilidad que tiene tu lenguaje. Mira cuál es el sujeto de las frases que has escrito. ¿Eres tú?

Si has escrito frases como “Lo siento, llego tarde”, “he suspendido”, “no me preparé lo suficiente» u otras frases en las que el sujeto es un “yo” y la acción depende de ti, tu lenguaje es responsable, TÚ eres quien RESPONDES, y tu capacidad para usar el lenguaje a tu favor muy poderoso. Porque “el lenguaje crea realidades”.

Pero, si lo que has escrito es “había un atasco”, “se me pegaron las sábanas”, “no funcionó el despertador”, “me suspendieron”, “tuve mala suerte”, “el tribunal ha suspendido a casi todo el mundo”, tu lenguaje no es muy responsable… todavía.

lenguaje responsableSer responsable de nuestro lenguaje, o lo que es lo mismo, usar un lenguaje de poder depende de cada persona.

Como en todo aprendizaje de la vida, el primer paso es tomar conciencia. Así que te propongo que prestes mucha atención a tu lenguaje. Porque tardamos lo mismo en hablar siendo sujetos activos de nuestras vidas, que siendo pasivos. Y lo mismo ocurre con la positividad. ¿Cuánto te cuesta hablar de forma positiva y sin adelantar acontecimientos?

Así que una vez que tomes conciencia de cómo hablas, entrénate en tres cosas sencillas:

  1. Separa a las personas de sus conductas, y no generalices, tampoco contigo: di me he equivocado ahora en vez soy muy torpe; me resulta complicado dibujar en vez de no sé dibujar; me preocupan las consecuencias de la decisión que has tomado en vez de eres un irresponsable.
  2. No uses muchas generalidades como “siempre”, “todo”, “nunca” o “nada”, ya que suelen esconder frustraciones que nos frenan o nos hacen frenar en las demás personas el poder de cambiar las cosas: di que alguien tiene que aprender a hacer algo en vez de que nunca lo hace bien; que alguna conducta suya no te gusta en vez de que siempre te molesta; o este mes está siendo duro en vez de todo me sale mal.
  3. Y mucha atención al uso del “pero”. Cada vez que lo dices, hay una probabilidad muy alta de que detrás vaya una justificación o algo que anula en parte lo que le precede: te quiero pero… estoy contigo pero…  Lo entiendo, pero… Le voy a ayudar, pero…

El lenguaje está íntimamente relacionado con nuestros sentimientos, y según sea la forma en la que nos hablamos y hablamos a las demás personas tenemos distintos estados de ánimo, y contagiamos así a quienes nos rodean. ¿Piensas y luego lo dices? ¿Lo dices y luego lo piensas?

Hay todo una rama del coaching especializado en el poder de las palabras que te recomiendo  que consultes si te ha interesado este post y has llegado hasta aquí. Es el coaching ontológico.

Y quiero compartir aquí esta impactante iniciativa sobre el “poder de las palabras” que me impresionó mucho cuando la vi. ¿Quieres ser responsable de tus palabras?

[vc_video link=»https://youtu.be/Ra3gOJXR9Ts» ratio=»16-9″]