Cómo ponerte de tu parte con tus propios anclajes emocionales

Conocer qué son y cómo funcionan las anclas o anclajes emocionales es una gran estrategia para cuidarte mucho mejor. Por eso hoy vamos a compartir justo eso: cómo ponerte de tu parte con tus propios anclajes emocionales.  

Quizás no sepas definir con propiedad qué es un anclaje mental, pero sabes lo que son porque lo has sentido miles de veces. Son esas sensaciones tuyas que te llegan asociadas a estímulo de tus sentidos: un aroma, un tacto, un sabor, un sonido o una visión concreta. 

Los anclajes emocionales o anclas mentales se crean cuando nuestro cerebro asocia una sensación percibida por uno de nuestros sentidos al estado de ánimo en ese momento, nuestras reacciones o nuestros pensamientos. Así funciona nuestra mente de forma natural. Y eso nos permite aprender y predecir desenlaces para saber cómo gestionar las situaciones que vivimos.

A veces, eso anclajes emocionales se forman por repetición. Experimentamos el mismo estímulo y la misma sensación emocional muchas veces, hasta que se anclan. El olfato es sin duda el más prolífico en este tipo de anclajes: el olor de cole, el de la casa del pueblo, el de la colonia de la abuela… Es olerlo de nuevo y trasladarnos en el tiempo emocionalmente.

Otras veces, los anclajes surgen por una experiencia emocional intensa, y no hacen falta repeticiones para adherirse a nuestra memoria. ¿Quién no tiene clavada esa canción concreta por esa razón que tienes en la cabeza? Es oírla y ¡pum!, ahí está tu sensación.

Sea como sea, el vínculo que se genera entre el estímulo sensorial y el estado de ánimo que te evoca es muy fuerte, más cuanto más lo sigues experimentando.

Hagamos conscientemente anclajes que nos apoyen

Mi mente ha creado muchísimas asociaciones causa-efecto entre estímulos y emociones. Algunas son agradables y otras desagradables. Algunas me sirven de impulso y otras me impiden avanzar. Ahora vamos a copiar al cerebro, y vamos a crearnos, conscientemente, anclajes que me beneficien siempre.

Para poner los anclajes de nuestra parte, hay dos formas de actuar. La primera es crearlos para debilitar o romper esas anclas emocionales que no nos gustan y no nos sirven. Se trata de identificar primero el anclaje que no me gusta (me pone muy triste que llueva) y crear uno nuevo (me pongo música muy animada cada vez que llueve). Es cuestión de repetirlo. 

Y por supuesto, también puedes crearte anclajes completamente nuevos. Se trata de generar tus propios interruptores para llamar a una sensación concreta justo cuando la necesitas. Puede ser la calma, la seguridad… Si quieres crear este anclaje emocional con su interruptor, es importante dedicarte tiempo y seguir estas breves instrucciones.

Recuerda algún momento de tu vida pasada en el que sentiste esa calma o esa seguridad que quieres anclar. Tómate tu tiempo para ir con tu mente a ese recuerdo y revivirlo lo más intensamente que puedas. La mente no va a diferenciar la realidad de algo imaginado o recordado vívidamente. Y cuando la sensación del recuerdo esté muy presente en ti, casi como si estuvieras allí de nuevo, aprieta la yema de uno de tus dedos durante un rato. Tendrás que repetir este proceso dos o tres veces más. Poco a poco, conseguirás traer un poco de esa sensación que buscas sólo presionando tu dedo. 

Cuanto más uses tu nuevo interruptor, mejor funcionará, más intensa será la sensación y más rápido vendrá. No pierdes nada por probar y ponerte así de tu parte, es propio de la gente inteligente, emocionalmente inteligente.