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Cómo vencer a la procrastinación con la Inteligencia Emocional
La procrastinación nos iguala a las personas, porque todas, seguro que tú también, alguna vez nos hemos encontrado posponiendo tareas importantes, solo para terminar sintiéndonos culpables y con estrés. ¿Me equivoco? La procrastinación desequilibra nuestro bienestar emocional, y también perturba nuestra salud mental. Y aunque a menudo la asociamos con la pereza o una mala gestión del tiempo, la verdadera raíz de la procrastinación está en cómo gestionamos nuestras emociones, que son las que mueven nuestras conductas. Aquí te dejo una guía básica en tres pasos que se basa en tu Inteligencia Emocional.
Primero: entender la procrastinación
La procrastinación es ese hábito que nos lleva a aplazar indefinidamente acciones que sabemos necesarias. Debajo de ese comportamiento hay toda una compleja red de emociones y justificaciones que nos convencen de que “mañana” o el temido “otro día” será un mejor momento para empezar. Si además estás en algún periodo concreto de cambio en tu vida o de mayor estrés, esta tendencia se agudiza. Por ejemplo en los cambios de estaciones, o a la vuelta de las vacaciones, o cuando acabas de ser padre o madre…
Segundo: mirar las causas comunes y aplicar soluciones
Sobreestimación del esfuerzo, o subestimación, que también lía. Un ejemplo de primer caso es cuando crees que ordenar ese armario que te tralla la cabeza te llevará todo un día. O del segundo caso: cuando piensas que ese artículo que tienes que escribir te saldrá sobre la marcha. En estos casos, realizar una estimación realista del tiempo que cada tarea te llevará, es una buena solución cognitiva. Si crees que estás sobreestimando la tarea, también puedes dividirla en partes o metas más pequeñas, para que la sobrecarga emocional disminuya, y eso te permita comenzar con menos resistencia. Y si crees que la estás subestimando, ¿por qué no hacerla ya y posponer esas otras distracciones?
Interacciones desafiantes. Es cuando postergas lo que quiera que sea solo porque te resulta odioso, cansado o incómodo trabajar con ciertas personas. Aquí el autoconocimiento y la asertividad son claves, porque refuerzan tu autoestima. Reconocer nuestras emociones hacia las demás personas y expresar nuestras necesidades de manera respetuosa puede disminuir la aversión a estas interacciones que, por lo que sea, te resultan desafiantes.
Perfeccionismo. Uy qué peligroso es… Reconozco que yo me he visto en él más de una vez, y era capaz de no enviar un informe de feedback hasta que consideraba que cada palabra era perfecta. ¿Pero cuándo es eso? Aceptar que “lo bueno es mejor que lo perfecto” puede liberarnos de la parálisis que provoca el perfeccionismo. Hay otra frase que, al menos a mí, me ayuda para salir de la inacción: ‘mucho análisis, igual a parálisis”. Busca tú la estrategia que te sirva para establecer estándares realistas que te permitan avanzar.
No saber por dónde empezar. Porque sí, a veces la tarea es grande y de gran alcance, como planificar un gran evento, y podemos sentirnos abrumados o abrumadas. En estos casos, ayuda cambiar el enfoque de “realizar” por el de “preparar” o “esbozar”. Este simple cambio mental puede desbloquear la acción al hacer que la tarea parezca más accesible. Y una vez que comienzas, posiblemente avances más de lo que pensabas.
Tercero: entrenar las estrategias básicas para combatir la procrastinación
Lo más básico y fundamental es desarrollar una sólida inteligencia emocional y autoconocimiento. Obsérvate e identifica los pensamientos y emociones que te llevan a procrastinar. Eso te va a permitir reaccionar a tiempo antes de caer en el ciclo de la postergación. Por eso, las estrategias más prácticas son:
- Reconocer tus emociones: identificar cómo te sientes sobre una tarea empieza a revelar por qué puede que la estés evitando.
- Establecer objetivos claros y realistas: tener un plan de acción tangible y basado en realidades hace que las tareas sean menos intimidantes.
- Dividir para vencer: descomponer las tareas en partes más pequeñas posiblemente consiga que comiences más fácilmente.
Así que, ten todo esto en cuenta, porque la procrastinación es bastante más que un mal hábito. Postergar las cosas que consideras que debes hacer es un reflejo de cómo gestionas tus emociones. Pero no te agobies, ni procrastines la tarea de empezar a vencerlo. Puedes superar esa tendencia a posponer y mejorar así significativamente tu bienestar mental y emocional. Cada tarea que termines te va a fortalecer.