Cómo el liderazgo femenino puede cambiar el mundo

Liderazgo femenino para cambiar el mundo

Liderazgo femenino para cambiar el mundo. Llevamos ya mucho tiempo parándonos a reflexionar sobre el papel de la mujer en el mundo en estas fechas que rodean al 8 de marzo. Se ha convertido en una parada obligada para pensar en los desafíos y celebrar los avances en el liderazgo femenino. Y después de tanta reflexión, cada vez queda más claro, al menos para mí, que hay que empezar a trascender la palabra lucha y cambiarla por reconocimiento e integración, porque el verdadero cambio pasa por integrar nuevas formas de pensar en las personas, actuar con coherencia y generar espacios donde el talento femenino sea valorado de verdad. 

Hay que romper el ciclo del trabajo invisible 

Durante demasiado tiempo, las mujeres han sido invisibles para el sistema. Y ahora, en pleno siglo XXI, todavía muchas de ellas trabajan por visibilidad, esperando que su esfuerzo, muchas veces no remunerado, les abra puertas. Es fundamental que empresas e instituciones paguen por los servicios de las mujeres en igualdad de condiciones, evitando también esas malas y demasiado frecuentes costumbres de solicitar apoyo sin retribución económica. Esto, en ocasiones, genera incoherencias difíciles de explicar.

El liderazgo femenino debe cimentarse en el reconocimiento del valor del trabajo. Y es responsabilidad de cada mujer comenzar a exigir lo que le corresponde, sin culpa ni justificación. Que no es no también en los temas laborales.

Hay que seguir el camino trazado por las que lo abrieron

No han faltado ejemplos de liderazgo femenino a lo largo de la historia para inspirarse. Desde Cleopatra hasta Angela Merkel, las mujeres han demostrado su capacidad de liderazgo en ámbitos tan diversos como la política, la ciencia, la literatura y la empresa. Sin embargo, la narrativa predominante ha relegado su papel a un segundo plano.

En el mundo empresarial, las mujeres han tenido que abrirse camino en estructuras diseñadas bajo parámetros masculinos. Un ejemplo claro es el de Madam C.J. Walker, la primera mujer afroamericana en convertirse en millonaria por su propio esfuerzo en los Estados Unidos, gracias a su empresa de productos para el cabello. A pesar de que mujeres como ella han sido pioneras en la transformación del mundo corporativo, aún hoy nos encontramos con brechas de género significativas en el liderazgo y la toma de decisiones.

Las estadísticas son contundentes: en 2023, solo el 10% de las empresas en el mundo estaban lideradas por mujeres, y la representación femenina en consejos de administración sigue siendo baja en la mayoría de los países. Y esto ocurre a pesar de que las empresas que cuentan con una mayor presencia femenina en sus equipos de liderazgo han demostrado tener mejores resultados financieros, una cultura organizacional más inclusiva y un enfoque más sostenible en la toma de decisiones. ¿Qué nos pasa como sociedad? ¿Qué estamos haciendo mal todavía?

Hay que ejercer la sororidad como ariete social

El liderazgo femenino no debería caer en la competencia desmedida entre mujeres, eso nunca, pero tampoco en la repetición de patrones de liderazgo tradicionales y seguramente masculinos. La sororidad es una herramienta poderosa que permite generar redes de apoyo y empoderamiento real. Cada mujer que alcanza una posición de liderazgo tiene la posibilidad —y la responsabilidad— de abrir puertas a otras, generando espacios de colaboración genuina. Eso, y no perder la esencia del género femenino al ejercer el poder.

Apoyarnos mutuamente no significa ser complacientes, sino reconocer el talento de otras mujeres, potenciarlo y defenderlo ante cualquier intento de minimizarlo. Es una estrategia de crecimiento compartido, no una concesión.

Hay que cuestionarse lo que creemos para avanzar

Uno de los mayores retos que enfrentan las mujeres en posiciones de liderazgo es romper sus propias creencias limitantes, que han sido heredadas y normalizadas en siglos de educación patriarcal. ‘Debo ser la mejor’, ‘Debo cuidar de mi familia’, ‘Debo demostrar que lo merezco’… Muchas veces, los mayores obstáculos no provienen del exterior, sino de una autoexigencia desmedida, el miedo a no ser suficiente o la necesidad de validación constante.

El liderazgo femenino necesita una mentalidad de cambio que cuestione lo aprendido, que desafíe los esquemas impuestos y que se permita evolucionar sin la carga de la perfección. No se trata de encajar en un molde preestablecido, sino de redefinir lo que significa ser líder en cada contexto y ser capaz de dar respuestas genuinas a lo que se vive.

Hay que integrar en vez de luchar

El feminismo ha sido clave en la conquista de derechos y oportunidades, pero el futuro del liderazgo femenino pasa por la integración sin generar oposición. En lugar de enfocar la energía en la lucha constante contra un sistema, la clave está en rediseñarlo desde dentro, incluyendo a todas las personas en el cambio.

Los sesgos de género son estructuras heredadas de la historia, pero no son inamovibles. Al generar conversaciones, educar a nuestras hijas e hijos, formar equipos diversos y promover cambios desde la base, es posible transformar las reglas del juego sin más antagonismos. No se trata de pelear por espacios, sino de hacer que esos espacios sean equitativos de forma natural.

Hay que conseguir que todas las personas lideren en clave femenina

El liderazgo femenino se asocia comúnmente con habilidades como la empatía, la comunicación efectiva y la inteligencia emocional. Sin embargo, estas no son características exclusivas de las mujeres, sino competencias que deberían ser parte del perfil de cualquier persona en un rol de liderazgo.

Imaginemos hombres y mujeres liderando desde estas cualidades:

  • Escucha activa: el liderazgo basado en la escucha y la comprensión de las necesidades del equipo genera mayor compromiso y mejores resultados.
  • Gestión emocional: saber manejar emociones propias y ajenas es clave para la toma de decisiones y la resolución de conflictos.
  • Trabajo en equipo: el liderazgo colaborativo permite construir organizaciones más resilientes y adaptables.
  • Visión del bien común: más allá del crecimiento económico, un liderazgo responsable se enfoca en generar impacto positivo en la sociedad y el entorno. Se centra en el propósito.
  • Capacidad de consenso: la toma de decisiones basada en el diálogo y la cooperación permite crear estrategias sostenibles a largo plazo.

No se trata de feminizar el liderazgo, sino de humanizarlo. Son habilidades que han sido históricamente subestimadas, pero son esenciales para la construcción de empresas y organizaciones más inclusivas y sostenibles que hagan verdad un mundo más justo y en igualdad.

Hay que construir el futuro

El liderazgo femenino no es un destino, sino un proceso continuo de evolución y adaptación. La clave para consolidarlo está en dejar de pedir permiso, exigir lo justo, apoyarnos entre nosotras, derribar creencias que nos autolimitan y transformar los entornos en los que nos movemos. Y en esto, hombres y mujeres deberían estar de acuerdo y trabajar a la par.

No se trata de tener solo mujeres liderando, sino de generar una nueva forma de liderar donde el talento y la equidad sean la norma, no la excepción.