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7 claves emocionales para transformar tensiones en oportunidades este verano
Transformar tensiones en oportunidades: 7 claves tu crecimiento personal y profesional que evitarán que arda Troya, y que sirven en verano o cuando las necesites
El verano es un punto y aparte. Un espacio-tiempo diferente en el que el calendario se relaja y las emociones piden más atención por muy olvidadas que las hayas tenido hasta ahora. Por eso es, paradójicamente, uno de los momentos más potentes para trabajar en nuestro crecimiento personal y profesional, para revisar cómo nos relacionamos y para prepararnos emocionalmente para la vuelta al curso laboral.
Porque los conflictos no se van de vacaciones. A veces, incluso emergen con más fuerza cuando bajamos la guardia. Y no se resuelven solos: necesitan presencia, conciencia y herramientas. La inteligencia emocional es una de las más poderosas.
Así que el verano también puede ser un momento perfecto para practicar la resolución de conflictos, cuando el calor nos puede poner al rojo vivo y puede que lo necesites para no lanzarle el móvil a ese cuñado que te dice por enésima vez que tú lo que tienes es mucho tiempo libre.
¿Por qué hablar de inteligencia emocional cuando hay un conflicto?
Porque detrás de cada enfado hay una necesidad no atendida. Detrás de cada malentendido, una emoción que no se expresó bien. Aprender a identificar lo que sentimos, expresarlo con claridad y escuchar de forma activa evita rupturas y fortalece las relaciones personales y profesionales.
Cuando aplicamos la inteligencia emocional, los conflictos dejan de vivirse como fracasos y se convierten en oportunidades de conexión y madurez que hacen crecer a todas las personas involucradas, por muy mal que te caigan. Quizás así terminen cayéndote bien…
7 técnicas prácticas para resolver conflictos con inteligencia emocional
- Pausa antes de armar el drama
Responder en caliente suele salir caro. Un simple gesto como parar y respirar puede cambiar el curso de una conversación difícil.
Por eso, cuando sientas que estás a punto de soltar esa frase tuya que acabaría con cualquier intento de reconciliación, respira. Inhala profundamente al menos tres veces antes de responder para convertir la reacción impulsiva en una respuesta consciente. Hazlo por tu salud aunque sea.
- Escucha como si esa relación dependiera de ello (spoiler: depende)
Escuchar no es simplemente guardar silencio mientras la otra persona habla. Es prestar atención real a lo que dice, sí, pero sobre todo también a lo que siente y necesita. Lo más importante no te lo están diciendo con palabras.
Entendiendo esto, en tu próxima conversación complicada, sea con quien sea, prueba a repetir lo que has entendido con tus palabras: Veo que lo que te ha sentado mal es que no cuente contigo para alquilar la colchoneta ¿puede ser? Validar a la otra persona no significa darle la razón, sino demostrarle que has captado su perspectiva, o al menos que lo intentas.
- Ponle nombre a las emociones
Identificar lo que sentimos es el primer paso para gestionarlo. Muchas veces reaccionamos sin saber qué nos pasa, y ahí empieza el lío. Lo peor es que no es algo que se consiga así sobre la marcha, hay que entrenarlo.
Te dejo aquí una idea trillada pero muy útil para ejercitarte a diario. Dedica cinco minutos al final del día para responder a dos preguntas: ¿qué he sentido hoy más? ¿Qué lo ha desencadenado? Nombrar la emoción reduce su intensidad, te permite metabolizar y te da margen de acción.
- Reformula el conflicto
Huye de pensamientos catastrofistas, muy habituales en momentos de enfado, y procura usar palabras que enfoquen las cosas de otra manera.
Sustituye la palabra problema por reto, por ejemplo, que no es lo mismo decir Tenemos un problema que Tenemos un reto que afrontar. Evita las generalizaciones con siempre, nunca, todos, nadie… Habla en primera persona, desde el yo, que no salga un solo tú por tu boca, sobre todo en lo peor del conflicto. Este cambio de lenguaje genera un marco diferente que abre la puerta al diálogo.
- No busques culpables, busca tu parte
¡Claro que lo dijo o lo hizo mal! Pero seguro que tú también estabas en uno de esos momentos tuyos…. Reconocer el papel que jugamos en un conflicto no es perder terreno, es ganar en responsabilidad y respeto.
Aquí funciona hacerte simplemente una pregunta: ¿qué podría yo haber hecho diferente? Ahora dilo en voz alta. Un Entiendo que interrumpirte no ayudó es más poderoso que cualquier excusa.
- Aprovecha el poder del perdón
Un perdón sincero tiene el poder de reparar más que cien explicaciones. Pero ojo que a veces, muchas veces, lo hacemos sin sentirlo y se nota. Perdón si te he molestado equivale a un ‘te lo estás inventando’.
Si llega ese momento en el que reconoces tu parte de implicación en el conflicto, habla de forma directa, sin rodeos ni peros. Lo siento, me equivoqué no contando contigo a tiempo, no volverá a pasar. Así, en pocas palabras, vale más que justificar lo ocurrido.
- Prepara el terreno para septiembre
Septiembre parece lejano, pero llegará. Con jefes, jefas, colegas, equipos y sus respectivos conflictitos. Mejor ir con herramientas que con excusas ¿no? Que la vuelta al trabajo te pille con dinámicas renovadas y con tu capacidad de abrir espacios de comunicación más saludable entrenada.
Te propongo volver con tino: sugiere un encuentro informal del equipo a la vuelta, con un café largo, una ronda de “cómo estamos” y una conversación abierta sobre cómo mejorar la convivencia profesional. Por lo menos hasta las uvas. ¿Qué me dices?
Aprovecha el verano para cultivar la comunicación inteligente, entrenar la fortaleza personal y crecer a nivel emocional. Y no hace falta leerse cinco libros ni aislarse en una montaña. Solo poner conciencia, cariño y un poco de humor en tus relaciones. Porque quizás, es verdad, no podamos evitar todos los conflictos, pero sí podemos siempre decidir cómo transitarlos.